Si yo escribiese la historia, ella habría vuelto un fin de semana cualquiera para descubrir conmigo los lugares de aquella lista que escribimos, yo habría cabalgado horas para tomarme un café frente a sus ojos aquel domingo, aunque amaneciese en una cama distinta a la suya y tomase cerveza en aquel mirador con una poeta, que nunca fue ella, tratando de explicarle con palabras el tiempo vivido.
Si yo escribiese la historia, yo habría hablado menos y ella habría compartido más, si yo escribiese la historia tal vez no habría desesperado o quizá no hubiese esperado tanto, quién sabe.
Si yo escribiese la historia, ella tendría palabras paraguas, donde yo correría a resguardarme de la lluvia y las mías serían bálsamo y no herida.
Si yo escribiese la historia, no estaría escribiendo ahora este final, donde vengo a buscarla al lugar donde nos conocimos; la primera de las dos únicas noches que compartimos. Vine a dejarle aquí los besos que he ido guardando hasta el día de hoy, para que alguien los encuentre y haga algo bonito de ellos. Una escultura al olvido, tal vez, o al instante que vivimos. Ya sé que no vendrá por ellos, es tan largo el camino al amor, o al olvido... Los estuve cuidando todo lo que pude, pero ahora sólo estorban enredándose en mis pies, haciéndome tropezar y caer de bruces en su recuerdo... Entenderás, entonces, que no quiera convivir ya con ellos.
Los alimenté a diario, con las pocas palabras que me regalaba y los cientos que yo inventaba. Hay que regarlas, amor, para que crezcan y den calor. Tal vez lo sepas pero a veces se te olvida. No importa, ya me encargué de ellos este tiempo, los alimenté con lo que pude y, ahora que han crecido, he decidido soltarles al mundo para que vean que existen otras bocas que besar, sin anclarse a la tristeza de éstos labios que esperaron tibios hasta que llegó el invierno en mitad de aquella primavera.
Vine a dejarlos libres porque, conmigo, ya no tienen alimento y tiritan por la falta de calor. Tal vez tu recuerdo les guíe y sepa alguno llegar hasta tu cuello buscando abrigo. Quién sabe, siempre parecieron de esos ilusos que se baten en duelo por un amor que apenas han rozado, indómitos enamorados del aliento que jamás probaron, caballeros sin armadura ni espada pidiendo tregua a la batalla que los desalienta y tortura.
Esas fueron, pues, las razones por las que vine a olvidar un nombre que nunca pronuncié junto al mío, y un futuro que apenas lograba atisbar al cerrar los ojos, un paisaje de páramo desnudo en mitad de una noche sin luna, roto sin cuidado por una voz que desgarra el silencio para no revelar nada.
Las señas de mi vida las llevan grabadas en su memoria, si alguno quisiera regresar sabría hacerlo. Mejor no les sueltes la mano, no vaya a ser que quieran hacerlo y se pierdan, sin aliento y solos, en el camino de vuelta.
Tengo que dejar de buscar ese intangible de esperar que vuelvas... Y en este aniversario, de lo que pudo ser, de las noches que perdí abrazada al hueco de mi cama, me despido de tu sombra para dejar, que donde exista, celebres la primavera en tu pecho, sin esperar que muerdas mis muñecas y tus besos se encuentren mirando frente a frente a los míos. Tengo que dejar de besar al aire, al espacio que dejas al marcharte. Tengo que dejar de hacerlo, aunque no me quedase otro remedio que rellenar los vacíos que dejaste... y descubrirme inventándote.
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