El fuego destruye mediante los incendios, devorando todo lo que encuentra a su La llamada “ira de Dios” se manifiesta a través de los cuatro elementos: fuego, agua, aire y tierra. Desde que el hombre surgió en el planeta, se ha visto afectado por un sinfín de fenómenos que involucran a alguno de estos (o a varios) y originado catástrofes de diversas magnitudes. Los antiguos relacionaban (y aún muchos lo hacen) dichos siniestros con la desaprobación divina por alguna mala acción cometida, y las muchedumbres se aglomeraban en peregrinaciones masivas para solicitar el perdón de los dioses y evitar que más desgracias siguieran ocurriendo. En la actualidad ya lo le achacamos tales desastres a un Dios, sino que, debido al avance de la ciencia, sabemos las causas de éstos e, inclusive, las mejores formas de advertir a la población y evitar mayores pérdidas humanas. Lo que aún no se ha perdido (y de hecho, parece que habrá de intensificarse) es la terrible fuerza con que los cataclismos naturales golpean a la gente, motivo por el cuál mucha gente todavía los relaciona con la furia de Dios.
implacable y veloz paso. El agua arrasa con todo, una vez que sale desbordada de su caudal natural. El aire hace lo propio cuando se combina con corrientes de diversa presión y temperatura, produciendo embudos de colosales proporciones que se desplazan temiblemente por mar o tierra. La ira de esos elementos es innegablemente despiadada; pero con una intervención oportuna, la rabia del fuego puede evitarse antes de que destruya bosques y selvas, y antes de que las coléricas aguas inunden sitios poblados y los huracanados vientos lleguen a las costas, la gente se avisada puntualmente para que vaya a refugios seguros. Es, sin embargo, la ira de la tierra la que causa mayor terror e incertidumbre, pues no sólo provoca la misma destrucción que las ya citadas, sino que le toma un poco menos de tiempo que las demás hacer pedazos toda ciudad y ser vivo que se halle sobre ella. Este tipo de gran enojo ha sido objeto de amplios estudios, y se ha planeado idear un método para poder predecir cuándo acontecerá un movimiento telúrico y así salvar vidas. Hasta la fecha, lamentablemente, no se puede saber con precisión cuando sucederán estas calamidades, y eso es lo que aumenta el terror de la gente ante los temblores: no saber cuándo el suelo que pisan permanecerá tranquilo antes de que enloquezca y los termine matando a casusa de derrumbes de edificios y otros accidentes. No obstante, las alertas sísmicas, las cuales se activan una vez que se ha detectado un sismo en una parte distante, han ayudado bastante a la hora de evacuar a gente de sitios peligrosos, aún cuando el margen de tiempo con que cuentan es corto.
La ira de la tierra transforma en escombros todo lo que alguna vez alguna persona se sintió inmensamente orgullosa. Una brutal sacudida y la gente verá que todo a su alrededor tambalea antes de caer sobre ella. Las vidas de cientos se siegan en segundos en medio de ruinas y polvo, mientras otros intentarán sobrevivir rodeados de cadáveres y restos de lo que fueran edificios. La ira de la tierra es algo que simplemente nos demuestra que el gran poder del que hace alarde el hombre, sólo es una mera apariencia.
|