Odió los números. Recostado a un edificio de dieciocho plantas, en espera del elevador pensó en las veces que golpeó a su perro por orinarse en la casa. También recordó que su signo zodiacal era Virgo y que septiembre había pasado, llegaron pidiéndole dinero y pensó en los cigarros, en cómo disfrutaba el café que le hizo su mejor amiga y las horas de tertulias.

Odiaba los números y pasaba del uno al dos. Se acurrucó del tres al cuatro. Lloró en el cinco, le hablaron de una forma que nunca comprendió.

Mientras se trasladaba a las alturas tomaba de su bolsillo un papel, lo olió como si fuese un perfume, lo apretó contra su pecho y sonó la campana que anunciaba que había llegado al dieciocho, asomado al balcón tomó el papel convertido en un pequeño avión y lo lanzó desde lo alto. Se escuchaban risas y más risas.

El lugar enmudeció después de un ruido desde las alturas.