Cuando inventaron el vino Matías Chamón estaba allí para certificarlo. Matías Chamón regresó a su casa con la buena nueva. Pero nadie le esperaba ya. Habían marchado. Aquellas tierras tan pobres sólo servían para lo que ya casi no les daba: su supervivencia. Matías Chamón se vio en la encrucijada de regresar, buscarlos o dedicarse allí en soledad a producir vino. Aquel nuevo producto garantizaría su subsistencia. Se acomodó en la vieja casa empleándose en la tarea de cavar hoyos y enterrar el sarmiento del que brotaría la planta. Durante todos aquellos años de soledad no pasó ni un solo instante en que no pensara en que algún día vería regresar a su familia.


UNO.
Después vino una etapa de aislamiento. Aquel aislamiento a que se veía sometido no tenía que ver sin embargo con animadversión alguna, hacia su persona, de los otros; se trataba más bien de hallarse ocupados.
Mucho tiempo tuvo que transcurrir para que Matías Chamón fuera enteramente consciente de la situación, pero para entonces ya se encontraba su salud diezmada y él hecho un cascajo. Pero un cascajo filosófico. La soledad a que se había visto sometido lo había convertido en un hombre profundamente sabio. Un hombre que había llegado a conclusiones sobre la esencia de la vida, como la de que todo el saber filosófico se hallaba en su pie izquierdo. En la contemplación de su pie izquierdo, para ser más precisos y veraces.

DOS.

- Anda, Matías( dijeron, tras muchos años de olvido).

Y se lo encontraron tieso, en su casa, hecho mojama, tumbado inerte en un balancín, con los ojos abiertos, mirándose( extrañamente comentaron) el pie izquierdo.