Si hay silencio
se hunde la canción en el vientre que la canta.
En torno a la garganta la lengua es rayo en llamas,
asciende en espiral el tono gutural de la melodía,
pulidos huesos impiden bailar a los mortales.
Si en el extremo del mundo un sonido se propaga,
tañendo finas cuerdas de pelambre,
otros son alcanzados por la musical protesta.
Lo llamaran peligro, un monstruo lo llamaran,
y habrá un yo que intentará prohibir su resonancia.
Muchos quedaran rígidos y detendrán su creación.
Otros, pocos, a escondidas, se enfrentaran,
despiertos, errando notas en la niebla solitaria.
Tal vez frente a una ventana gris,
bajo la luz que da la lámpara de un piano,
con las manos sobre las teclas.
Y esas manos, usadas de prestado, romperán el silencio,
serán piedra, pesada piedra y otra piedra más,
puntos de referencia que disuelven la neblina
y dejan que las puertas queden abiertas
y la música, la canción, el sonido, la melodía,
rompan las vedas aullando el susurro del follaje.
Calla el mundo si la idea no se atreve. |