Las manos se pierden en las sinuosas curvas
que esconden el acantilado suburbano.
Una mano secreta germina en los sitios oscuros
la embriaguez que calma la sed incontinente.
Están desnudos de palabras, no de deseos,
uno dentro del otro, así se enturbia la calma.
Por debajo una danza física de pies descalzos.
Se escucha en el viento un canto encendido
que se escurre completamente por las piernas,
Una lengua se interna en los principios agitados
de un río escandaloso, donde la noche reina
con su rocío de incendios que abren de par en par
la blanca página del vientre que ancla el deseo.
Ebrios, todos los tambores emergen danzando
entre los murmullos que acercan a los dioses.
Texto agregado el 26-11-2016, y leído por 109
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