Me han etiquetado de tantas formas, en tantos lugares que unas cuantas más me dan lo mismo... delirio... depresión.... existen tantas palabras de las cuales desconozco su significado, aunque lo mismo debo memorizarlas, pues esos son los motivos por los que me mantienen encerrado al lado de tanta y tanta gente, que igual que yo, tienen etiquetas como pulseras en las muñecas.
Mi madre seguro esta triste, porque según dicen los doctores “no sirvo para funcionar en sociedad”, por lo menos no del modo en el que estoy.
Aun no encuentran la razón por la que estoy enclaustrado, aunque yo lo supe mucho antes que todos ellos, que no sirvo y que la vida se me caía a pedazos y si igual se me iba a caer o se me iba a ir entre los dedos poco a poco, mejor sería tirarla, deshacerme de ella, estrellarla directamente contra el suelo y dejarla allí para que a nadie le estorbara, por eso me deje caer por el ventanal en un estruendo de vidrios y tubos rotos, un esfuerzo inútil, ya que solo me rompí las costillas y una pierna.
No, no estoy loco, aunque así me llamen y este escrito no trata sobre mí, sino sobre todos esos que si están locos, porque yo sólo quería morir, porque después de eso ya no hay nada, aunque digan lo contrario y siento lastima por todos los que se quedan a vivir en este mundo de incertidumbre, que tienen una vida y se van a la cama sin pensar en lo que puede pasar mañana, en un mes o dos o al año siguiente.
Por ejemplo loco esta mi tío Víctor y su esposa, loca igual, yo tenía apenas cinco años cuando asistí a su boda, una ceremonia humilde, mi tío vestido elegante de levita negra, nervioso, Mónica su novia ergo esposa al cabo de unos minutos no pudo evitar el llanto de felicidad.
Pasaron poco más de veinte años, dos hijos, una casa grande con jardín al frente e incontables pajarillos de colores para divorciarse y me encantaba verlos porque nunca fueron de aquellas parejas que después de separadas pelean por todo o ponen a los hijos en las disyuntivas de espada y pared, sino que permanecían como amigos de infancia, entonces cada uno por su lado rehízo su vida, encontraron nuevas parejas y nuevos hijos que en estos días no han dejado el pañal y hace solo unos meses, el 12 de setiembre para ser exacto, volvieron a casarse, es decir dejaron todo, sus nuevas parejas e hijos y celebraron una segunda boda o rehicieron la que dejaron por ahí.
-¿Otra vez por aquí?- le dije a Víctor en el registro civil
-Otra vez- dijo mostrando los dientes, una sonrisa equina que denotaba alegría y amor.
-¿Por qué?
-hay cosas en Mónica que no pude encontrar en otra mujer
No lo entendí en ese momento, como tampoco lo entiendo ahora, tampoco entiendo a los papás de Paquito, que no se dirigieron la palabra por más de siete años, pero se empeñaban en vivir juntos bajo el pretexto que Paquito debía vivir bajo el mismo techo con su papá y mamá, y cuando Paquito falleció bajo las ruedas de un auto sus padres se volvieron la pareja más sólida que jamás se ha visto, caminan por los parques tomados de las manos, besos al por mayor, hoy esperan un hijo, ya veremos si se hablan después de su nacimiento.
También esta Julio y como el reloj marca las seis, él debe estar saliendo del trabajo con ese gesto infinito de limpiarse las manos con un trozo de estopa que luego guardara en el bolsillo trasero del pantalón, llegara a su departamento en menos de media hora, a menos que decida pasar por el bar para tomar una cerveza y sin importar la hora en casa lo esperara su esposa y sus dos hijas, hermosas las tres, para ser sincero envidio su vida, su trabajo, sus tres mujeres, él es un buen hombre, las quiere mucho y prometió quedarse a su lado. Aunque su corazón y sus pensamientos a media noche le pertenezcan a su único y verdadero amor, una mujer que le lleva más de veinte años. Me encanta cuando Julio se queda callado y suspira, en ese trozo de aliento se acerca un poco más a esa mujer y me parece que casi pronuncia su nombre y las lágrimas le saltan de los ojos. Por que la vida es así para algunos que están ahí afuera, se esfuerzan en buscar y escoger a una mujer a la que puedan amar y se casan con ella, no es broma, la escogen; como si se pudiera elegir en el amor o los hijos y los padres, o la vida y la muerte, como si el amor no fuera un impredecible e incierto vuelco en el corazón... y ahora debo dejar la pluma de un lado porque es hora de las medicinas y dormiré hasta el amanecer porque así es la vida de los locos, de los que estamos aquí adentro.
|