La claridad eleva
en la frágil liturgia dominical.
Gota a gota
los océanos renuevan sus fuentes.
Las piedras grandes se despeñan antes
en un mundo de afonías,
las cicatrices duran años largos
como agrietadas heridas de candente vidrio,
pero ocultan las lágrimas
en las corrientes marinas. Y en el alma.
En el agua todo llega a ser caricias.
Texto agregado el 23-11-2016, y leído por 228
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