|  He visto tu rostro, una sola vez, velada, entrometida y sigilosa. Te escondías tras el frasco de suero, entonces te vi, tu cara ampliada, dimensionada y feroz.
 Pegue tal grito que te asusté, a tí que debes a ver visto tantas cosas...Después vino el silencio, denso como la niebla, esa que a veces nos envuelve y nos roza la piel dejando en ella surcos de agua.
 Noto como quiere colarse en mi cama, reptar entre mis sábanas. Me miras y me aflijo, quieres acercarte. Entonces me resisto:
 _ ¿Donde crees que vas? No te he llamado. Aún no ha llegado mi hora.
 _ Me llamaste hace un rato ¿no te acuerdas?- y me mostró un aparato que llevaba guardado en su capa, uno muy parecido al busca de los médicos.
 _ Puede que lo hiciera pero estaría delirando, ya me encuentro mejor y amo la vida, no quiero irme todavía. Además según mi carta astral aún no me toca.
 _ Ya me conozco yo esa mejoría. Y lo de la carta... A ver, ¿que día naciste                                                                 _Veinticinco de febrero de 1932.
 Ahora de su capa salio un pergamino enrollado que fue extendiendo por la habitación. Al llegar a mi miro la fecha y dijo:
 _Tienes razón, aún te queda un tiempo. Pero piénsalo bien, mira que esta oportunidad no se presenta todos los días. Vas a dejar de penar.
 _ Entiendo; reconozco mi dolor, a veces no sé donde poner los huesos en la carne, pero puedo apurar mi copa, disfrutar del tiempo que me queda.
 _  Está bien, te dejo. Daré una vuelta por aquí, seguro que alguien me necesita.
 _ No creo que te falte trabajo.
 _   Faltar faltar… no, pero a veces me lo ponéis muy difícil.
 Salió de la habitación y al fin pude respirar tranquilo: Se fue por donde había venido, sin hacer ruido ni aspavientos y yo me quedé con las venas agujereadas, maltrecho, viejo pero vivo.
 
 
 
 
 
 
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