Aún recuerdo la primera vez que la vi, fue horrible. Había llegado para llevarse a una amiga a quién merodeaba desde hacía años. Fue una situación que me marcó de por vida. Es espantoso tenerla cara a cara y darse cuenta de que ya no hay nada por hacer.
Años más tarde, la encontré en casa de unos ancianos, la misma sensación de dolor e impotencia. No había vuelta atrás. Primero se llevó a la anciana, como respetando esa costumbre de que: “primero las damas”, y a los pocos días vino por el abuelo que la esperaba recostado en su cama que desde hacía meses no abandonaba.
Ayer la vi en casa de un conocido de la familia. Me apena haberla conocido, es como ver más allá sin quererlo, la veo y ya se el inminente desenlace. Preferiría no saber nada de ella pero vaya a saber uno por qué tuve la desdicha de haberla conocido.
Es increíble cómo se mimetiza. Los rostros en los que la encontré son muy disímiles, pero es inevitable no advertirla. Me mira sin que el dueño de la mirada lo note, escondida en esa vida que se esfuma.
Oí alguna vez que es celosa, y es mujer. No lo sé.