Están al acecho en cualquier lugar. Su centro de operaciones se levanta en calle San Diego. No son tipos misteriosos ni visten capote ni máscaras. Son seres normales como cualquiera. Ignoran que son mercaderes de vidas pasadas, especies de Tchitchikof modernos que frecuentan con sus bolsillos repletos de dinero cualquier remate de almas. Y viajan por todo Chile, incluso por el extranjero, haciendo sus negocios. Porque eso son: Compradores de libros usados donde aún deambulan las almas de sus fallecidos dueños.