Sacarse la ropa del cuerpo, verse la desnudez tajante, sin sol, porosa, un cuerpo de mujer no sólo sin gracia, sino sin gracia alguna, da escalofríos, son setenta y nueve kilos en casi un metro sesenta piensa, pero eso no le importa mucho. El agua comienza a caer fría en la ducha pero se entibia paulatinamente. El tiempo no espera, hay un poco más de prisa hoy. Bajo el chorro de agua cierra los ojos y comienza el sueño a apoderarse de ella levemente, devolviéndole en flash las escenas de su noche candente, no se sabe que la sostiene, pero ahí permanece de pie. Sola se entrega a esos minutos de caliente relajo, mientras el agua recorre sus grandes pechos de pezones negros y difusos, moja su vientre, escarba la entrepierna, y por fin se va, la deja cada vez más limpia del olor a sexo, de ese olor a sexo más nauseabundo que existe, mezclado con pisco puro. Alcanza el jabón, se le cae al piso, logra atraparlo con el pie, lo pisa y juega con él, por fin logra despertarse del todo. Con las manos ya enjabonadas recorre su ancho cuerpo, sus estrías y la grave celulitis que le afecta los glúteos y el vientre, a pesar de eso, se cree esa diosa come hombres.
Se toma la guata que ya se le asoma por el pantalón de cuero negro preferido, ése que anoche usó para salir a bailar, para provocar, ése que tiene desde los 19 años, hace 8 años. Pasa las manos resbalosas sobre sus pechos caídos que han sido el albergue de varias bocas de amantes fugaces, hoy sobre sus pezones negros veía las marcas de su última conquista, ¡El infeliz de mierda me mordió! Dijo irritada en voz alta y se quejó del intenso dolor de la quijada y se río picaronamente después. La sangre coagulada alrededor de la aureola era un signo, sangre seca, dolorosa, como costra, no se había percatado de eso hasta ahora. Tenía un camino de sangre desde la pera pasando por el cuello hasta el pecho y en la lengua un gustito a cobre, a yodo, tan desagradables y la piel limpia, sin heridas. Al terminar la ducha, comienza la inspección matutina en el espejo de cuerpo entero de su pieza. Viéndose fijamente la masa que era, pensó en lo ridícula que parecía y encontró un número de celular anotado en su espalda y la palabra "puta", ¡Maldito desgraciado! Gritó. Volvió a la ducha a refregarse y a liberar la piel de la tinta indeleble.
Sobre la cama la esperaba su ropa interior, mas recién salida del baño y con el esfuerzo al agacharse, parecía que el semen de anoche comenzaba justo en ese momento a bajarle por las gruesas y peludas piernas, manchó el cubrecama, cayó la mezcla con un poco de sangre en el suelo alfombrado. Se limpió con la toalla. Agarró los protectores diarios, colaless, sostenes copa D, camiseta, medias negras, pantalones de lycra, zapatos con taco alto, ya, lista para salir. La llaman sus amigas del instituto, ¡Apúrate loca, estás atrasada! Tomó un rápido café cargado para matar el mal sabor de su boca. Partió rauda.
Al caminar por la calle sentía que los pantalones ajustados le provocaban dolor en la ingle. De pronto en la calle, suena su celular, el número de teléfono le parece conocido, contesta apurada y escucha ¡Negra! ¡Puta de mierda! ¡Ya verás! Alguien la sigue, se da cuenta. Está cagada, frita, cooperó. ¡Chucha, la sangre! Flashback.
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