La lluvia arrecia en lo que alguna vez fue campo y ahora es parte de la indumentaria de una ciudad pequeña pero en vías a la más pura modernidad, así es Temuco. Mirando por la gran ventana pienso porqué será que en los días grises se siente uno tan triste siendo la ciudad tan hermosa. Ahora valoro la luz del sol que antes cuando era joven negaba muy siniestramente con una cortina muy gruesa en mi pieza de adolescente, esa energía que me entrega ahora la luz sureña es algo que no tiene precio. Extraño las tardes en bicicleta explorando los campos, los ríos, cuesta arriba, cuesta abajo, conociendo. Extraño el polvo, los árboles nativos, el barro, la soledad, las ramitas de árbol, arrancar de los perros fieros, gritar a campo travieso, engancharme en los alambres de púas, la humedad del pasto, la curiosidad de las vacas, la risa de la tierra. Así es mi Temuco querido, siempre me acompaña en las penas y en las alegrías, ¡Como amo esta ciudad y sus calles! ¡Sus avenidas y re-venidas! Somos como una sola cosa. ¿Podría vivir en otro lugar? Yo creo que sí, pero siempre será éste mi hogar, la tierra de las hojas de otoño y de la luz de primavera, en ningún otro lugar es más maravilloso. Perdóname por pensar dejarte un día, por ahora acógeme con tu lluvia, así en este momento mis lágrimas se fundirán con las tuyas.
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