Feliz Navidad y próspero año nuevo
Noviembre de 2016


Cada vez que llegan las fiesta, recuerdo lo que eran esos acontecimientos en mi familia, donde más allá de lo bueno o malo que hubiera sido el año, el viejo, para esas fechas tiraba la casa por la ventana.
Nunca faltaban las sidras, vinos, cerveza, Champagne. Mistelas, y gaseosas, eran los únicos días en que los viejos nos permitían tomar un trago de bebidas alcohólicas-
Además, pan dulce y budines caseros, que todos ayudábamos a amasar , garrapiñadas , maní japonés, confites, frutas secas, nueces, avellanas, castañas de Cajú , turrones de todo tipo, mantecol, ensaladas de frutas , clericó, arrollados canape caseros , y siempre el plato principal era : Lechón asado
No recuerdo quien era nuestro proveedor, solo que cuando él llegaba llamábamos a mi vieja, diciendo mami, mami llego el hombre de los chanchos, era infaltable, un día antes de Navidad o Año Nuevo, los traía envueltos en una bolsa de arpillera que invariablemente tenia olor a bosta de los animalitos. Los dejábamos suelto en el patio trasero de la casa, nunca se nos escapó uno.
Mi viejo era incapaz de matarlos, les tenia lastima, así que mi vieja y los hermanos mayores éramos los encargados de la faena.
La tribu era grande, seis hermanos en menos de 7 años y medio, casi no recuerdo ver a mi madre sin que estuviera embarazada.
Mientras ella ponía a calentar un tacho de agua de 20 litros nosotros amasijabamos al bicho.
El primero que matamos, chillo como un verdadero marrano, fue una masacre. La primer puñalada que le aseste, con una cuchilla enorme, poco afilada no le hizo ni mella, ni sangro, calculo que del cagazo, después, alguna de las otras seis fue le aseste fue mortal, porque se sacudió un poco y estiro la pata. Mamá, una experta en pelarlos lo limpio en un rato
Más adelante fuimos mejorando la técnica , lo amordazábamos para que no hicieran bochinche y procedíamos a matarlos con un cuchillo bien afilado y de menores proporciones, haciendo casos a los consejos de nuestros tíos, que tenían cada uno su fórmula. Las probamos a todas.
Ya más prácticos, algunos morían a la 1º puñalada. Eran los menos
Recuerdo a uno que ofreció enorme resistencia, luego de las consabidas puñaladas seguía en pie, mi bronca iba en aumento, el tipo no quería saber nada con entregar el pellejo, apurado porque el agua se enfriaba, agarre el martillo de madera con que ablandábamos las milanesas y le di una serie de golpes hasta que claudico. Fue una de las pocas veces que no nos peleamos por los sesos.
A medida que íbamos creciendo, crecía el tamaño de los lechones, uno de los últimos que faenamos, fue memorable.
Debía pesas cerca de 20 kilos, tenía el aspecto de un jabalí, malísimo, no podíamos tenerlo.
Lo amordazamos, lo atamos de manos y patas y le asestamos varias puñaladas, y nada, agarre un hierro bastante pesado y cayo, cuando lo desatamos y levantamos para empezar a pelarlo se despertó, y salió corriendo, solo estaba desmayado, volvimos a meterle cuchillo y nada, entonces recurrimos a medidas extremas, lo arrimamos a la pileta de natación que el viejo nos había construido ,y lo sumergimos varios minutos, luego de hacer globitos durante un rato , quedo mansito.
Ahora que los compramos ya limpios, y los llevamos a asar a la panadería, parecería que tienen otro sabor.
Agustín Secreto
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