De la tierra al cielo


Camino por un sendero pedregoso
con los pies descalzos, con las piernas
embarradas. Las palmas de mis manos
están resquebrajadas, los surcos que
la recorren se deben a años de arduo
trabajo de la tierra. Estoy desgarbado,
mal alimentado, las energías abandonan
mi cuerpo.

Recorro tierras yermas, cancinas. Los árboles
están marchitos, cadáveres emergen de la superficies.
Sus rostros opacos me observan con indulgencia, no
hay reproches en sus miradas, por momentos creo
que se apiadan de mí. Un mortal no debería transitar
por sus dominios, no al menos que toda esperanza
se haya desvanecido.

Sigo mi errante caminar, encorvado, derrotado estoy.
Mis ojos están secos, lloraría si es que recordara como.
Si me lengua pudiera hablar, maldeciría. Sin embargo,
¿Quién me escucharía? ¿Quién atendería mis quejas?

Levanto la cabeza, observo el firmamento. No hay rastros
de él, quizás nunca vuelva. El cielo continúa encapotado,
nubes carbón expulsan lluvia ácida. Caigo de rodillas, se
nubla la vista. El corazón deja de latir, la vida llega a su fin.