Siempre estamos solos,
siempre arderá el sabor de una lágrima
y en la comisura de nuestros labios,
desfallecerá extraviada.

Siempre estarás en mi alma
porque ha sido depuradora
la calma que me brindabas,
has sido polvo y frío
en esta tarde de Noviembre
que con una parte de mí,
va muriendo en la escarcha.

Siempre en la miseria
recordaré el semblante de tu rostro,
le arrebataré a la muerte
la simetría ancestral de tus ojos,
y le pediré al olvido
la redención para aliviar tanto dolor
en una vida de lata austeridad y escombros.

Gorrión
que representas la tibia infancia y el abandono,
llegarás en la noche
para colapsar en el centro de mis pensamientos
y presagiar la carencia en el infierno,
para responder a las demandas de un corazón
que ha sabido amar
a través de la indiferencia y el perverso daño,
del que nos dota el sufrimiento.

Turbio espectro del pasado
siempre serás refugio,
a pesar de la autodestrucción
que masacró la intensa pasión
con la que vivenciàbamos
la proyección de nuestros sueños futuros.

En la noche cristalizó mi deseo,
entre las ansias de la libertad
y la agonía del diluvio interno,
la cuál reconocí,
en la oscuridad de nuestros flagelos.

Nadie,
no habrá letras
en el desecho que haremos
de lo que ha sido perfección en el recuerdo.

Nada,
no serás la reconstrucción del amor
ni me otorgarás el valor
para poder vivir esta extraña vida en decodificación.

No serás la compasión que demanda mi corazón
y habrá una lánguida felicidad y opresión
después de los senderos de luz
que vislumbró la apariencia que dabas,
entre medio de una letanía marchita
que se degradó en tu resplandor
Mientras que de una vida maldita me despertaba.