Sin notarlo y sin querer te convertiste en mi prioridad. Te transformaste en mi luna y en mi doncella. Ahora, de alguna extraña manera, tú llenas mi mundo y mis ideas. Ahora cada nube tiene tu rostro y cada edificio tu silueta; cada vez que llueve, tú traes un paraguas; y, cuando la luna se esconde, tú me muestras la luz.

Hace mucho que trato de mentirle a mi corazón y a mi mente, pero ya no es posible hacerlo. He volteado a ver mi camino y he observado mis pisadas; ya no están solas. El horizonte ha dejado de ser oscuro y la noche ha dejado de ser helada. Los pasos ya no duelen como solían doler y los días han dejado de ser oscuros.

Mis palabras han dejado de pertenecerme, pues cada una de ellas ahora te anhela y desea. Mis párrafos han dejado de ser los mismos desde que los lees y mis letras ya no tienen la misma forma desde que las besaste.
¿Qué me has hecho?