Los deseos,
espadas de fuego y trueno
que como huracanados vientos
arrancan pasiones
y marchitan toda paciencia.
Vana tarea eludir su alcance.
No existe lado de la calle
donde permanecer ocultos.
Las debilidades adivinan
y con deliciosas visiones
nos sumergen en delirantes apetencias.
Todo deseo es un antojo
que requiere ser satisfecho.
Un puñado de placer,
al menos un pellizco,
susurrado en el guiño de un amanecer
y se complace la bella locura
derramando el vino de la satisfacción.
Texto agregado el 14-11-2016, y leído por 161
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