El padre Andrés.
Muy cerca, a pocos kilómetros del aeropuerto de Carrasco, hay una pequeña capilla, muy bonita con hermosos vitrales de colores que la hacen única.
Un domingo, luego de la misa, una joven mujer espera impaciente la llegada del sacerdote sentada en el confesionario.
El padre Andrés, el único sacerdote de la iglesia, se sentó al otro lado y saludó a la feligresa.
___Hola, soy el padre Andrés y me agradaría escuchar lo que tienes para decirme.
___Mi nombre es Andrea y aunque no creo en los curas, quiero que me escuche.
___Puedes hablar para eso estoy aquí para escucharte y ver si puedo ayudarte en algo.
___La verdad es que no creo que pueda ayudarme en nada, hoy es mi cumpleaños, cumplo dieciséis años pero mi vida ha sido un perfecto caos desde el día que nací, mi madre murió hace dos meses y a pesar de que no viví con ella durante mi niñez, ella no podía mantenerme, fui a distintos hogares en los que pretendían adoptarme y darme el amor que necesitaba y los cuidados, ninguno pudo hacerlo y yo me sentía cada vez más triste hasta que volví con mi madre que aunque era muy pobre, me mantuvo.
___Pero dime ¿y tu padre?
___Nos abandonó apenas supo de mi nacimiento, nunca lo conocí y mi madre no quería hablarme de él por el motivo que me explicó antes de morir pidiéndome que lo perdonara pero yo he sufrido mucho y no tengo intención de hacerlo, él jamás se ocupó nosotras, ni siquiera a mis quince años, nunca quiso saber nada de mí así que jamás voy a perdonarlo, no se lo merece.
___Pero hija, quizá tuvo un motivo muy poderoso para alejarse como lo hizo.
___No me llame hija, yo no tengo padre y sea cual sea el motivo que pudiera tener a mi no me interesa, mi madre sufrió mucho también y desearía que ardiera en el infierno ese hombre que lo único que hizo fue engendrarme.
Y el padre Andrés para apaciguar un tanto a la chica le dijo:
___Tienes un nombre muy bonito…
___Mi madre era muy bonita, se llamaba María Helena Galván, y yo llevo su apellido ya que mi padre nunca me dio el de él…
En ese momento, el padre Andrés se llevó la mano al pecho y dejó este mundo para siempre pero mientras su cuerpo estaba sentado aún en la capilla, su alma ardía en el infierno.
Omenia.
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