DIABETES.
(Narrativa breve)
Por: DANIEL O. JOBBEL .
El amanecer no esta lejos, el cielo permanece oscuro y rojizo al final. Te encuentras en una fiesta descomunal, con una orgía de comida, bebidas, sexo y el hígado de piedra en la boca. Pides la toalla como noqueado.
Parece que cuando todo cae los cobardes huyen. Es sólo intuitivo. Pero en verdad, no cambias de hábito. Aunque se te pare a medias, sigues sorprendido, por lo que se ofrece y recuerdas lo consumido hasta el momento en que te venció el pecaminoso sueño. Al quedarte solo te quitas los zapatos, busca los cigarrillos, enciende la tele y vuelves a tumbarte sobre la cama.
Sin darte cuenta, quedarás dormido. Soñaras que vives en una ciudad de titanes. En un solo sueño sólo hay un deambular permanente por calles enormes y oscuras. Y también hay una actitud de fe, vigilia.
Al cabo de un rato, justo cuando la serie de ha acabado, te despiertas, el tiempo ha pasado de prisa. En el balcón terraza, semioculta en el mismo sillón de la noche anterior, está la dominicana delante de un vaso de alcohol o de jugo de frutas. Quizás en otra dimensión. Una hembra fatal, desnuda, recorre tus muslos sin improvisación; con enormes tetas que calculan tus más eróticas posiciones.
Así son esos seres degradados que se cruzan en el camino, fuman, se embriagan, mastican chicles, huelen a perfumes rancios, comen snacks salados, tienen mal aliento, sexo y vuelven a empezar en otro cuerpo.
Esta crudeza narrativa, poco comparable a la de Henry Miller, se parece a esa vida misma. La tuya. Es sexo y licor en exceso, comidas chatarras en el que bebes cerveza a jarradas y amaneces con una prostituta bajo las sábanas sin saber¿ porqué? .
Tiempo de descuento. Reconoces que has comido y bebido suficiente para la edad que tienes. Y el viagra ni hace milagros con una borrachera.
Ya que disfrutaste de esa gatuna de balcón; te diste tus gustos y placeres, y que seguir comiendo y bebiendo sin control no te conviene. Y seco de billetes y seco como el Sáhara.
¿Qué queda de un hombre y de todo su orgullo sino sus huesos? remata Kerouac como una trompada. Miras el presente abstracto y es preocupante. Viene a la mente la explicación de un termino,"pre-ocupante", antes de ocuparte de. Punto aparte.
A ver como explico. En tanto, el futuro te señala dos caminos a seguir. Uno, de infumable abandono; otro, de cuidados restrictivos. El camino primero, invita a la calidad de vida a boca de jarro; sin incógnitas ni distinciones; sólo a ras del suelo.
El segundo, una buena Salud puede sacarte de la pelea. Salud, de alto vuelo. Tú, sólo tú decides. No hay vueltas. Inclinarse por el primero es aferrarse al sufrimiento; a acabar tu existencia como habitante de una guerra o catástrofe. Ser estofado para las gatunas.
Sin embargo, la segunda implica la dignidad de ser. Un ente que noblece hasta el final de tus días.
Aceptar con alegrías una de las grandes realidades de la vida misma: la enfermedad. Delante de un vaso de alcohol o de jugo de frutas. Y disponer a sobrellevarla con fe, decoro y valentía. La diabetes no es joda. Es una empecinada enfermedad que la padece una tercera parte de la población mundial. Su irrupción en la vida no indica el final de tus días. Sí, un cambio de hábitos.
Despiertas. Aliento a perro. Nada durante un rato y luego intentas leer aprovechando la escasa luz del amanecer. Lees a los poetas surrealistas, pops y no entiendes nada. Kerouac un hombre pacífico y solitario, al borde de la muerte. Un Bukowski alcohólico. Imágenes, heridas. Eso es lo único que se ve. Antes de irse la prostituta dice que te cuides. La miras desde la puerta y le dices que sólo vas a tomar un trago. Cuidate, dice adiós, y cierra suavemente.- |