Estaba ya por dar carpetazo definitivo P. GRULLO al asunto de la soledad, en el sentido de resignarse a ser solo, cuando se encontró con PEPA CLORES. Pepa Clores había sido hasta entonces también sola. Se cayeron bien: se reían ambos de sus respectivas ocurrencias. A Pepa Clores, haciendo un alarde de originalidad, le vino a caer bien Pero Grullo- que ya se estaba empezando a hacer sinónimo de algo y no bueno; mientras que Pepa Clores era un premio para nuestro protagonista y lo hubiera sido también para cualquier otro. El matrimonio Grullo- Clores no hubiera tardado en llegar de no ser por una nueva costumbre que se instaló en la villa: la de alzar el brazo por detrás de Grullo cuando estaba junto a Clores. Al principio la muchacha pensó que se trataba de una nueva versión del efecto imán en relación al cielo, y aturullada como estaba no fue capaz de darse cuenta que en el tema no tenía nada que ver el efecto gravitacional.