Unas moles húmedas y gigantescas
caían
en lo profundo
de un cuenco de aluminio.
El pasado rodaba por su cara
Hombres perdidos,
esporas de otros dias
sábanas manchadas,
artilugios telefónicos
heridas cortopunzantes
sombras
flotaban,
entre las siluetas espirales
que deja la cuchara al revolver
Entonces despertaba
con el cosmos reventado en la nuca
el ojo a medio abrir
y el vaho de la memoria
empañando las ventanas de la casa
Una voz llamándome a cenar
desde el otro lado del olvido,
donde los espejos no reflejan sueño alguno
sus cabellos muerden mi pecho
y en las tripas el vacío de costumbre
La mesa puesta,
el mantel blanco,
y sin mirar sus ojos
bebí del caldo
que nos pudrió los besos.
Texto agregado el 15-09-2004, y leído por 103
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