Aquel hombre estaba siendo sometido a una puesta en abismo. Sólo un milagro lo podía salvar: el error de otro. Y aun así tampoco las llevaba todas consigo. Con cada error del otro se allegarían nuevos deudos a ponerse en su contra. Pensaba de sí mismo si no era lo suficientemente simpático. Sólo la muerte le podía granjear tal categoría. En la hora de las alabanzas todo cambiaría.
El caso es que se encontraba con un montón de cables- metafóricos- que había que unir o separar intuitivamente para evitar que estallase la bomba social en su contra.
De repente se hizo la luz en mitad de aquella angustia. Tenía la solución al problema: bastaba con inmolarse a sí mismo.Tampoco era tanto sacrificio- pensó- y esperó fuera a que vinieran a prenderlo.