EL CUENTO DE LA CIUDAD FANTASMA DE TONY
La ciudad de antaño no es más que recuerdos en la mente joven e inquisitiva de Tony. Da mucha pena recorrer los parques, ver las fuentes y los bancos vacíos así como tristes palomas que vuelan sin nadie que les eche unos granos para comer.
Ni siquiera se ven los niños caminando a las escuelas a las siete de la mañana. A penas quedan algunos cuidando la ciudad para evitar que esta se convierta en ruinas. Todavía persisten los edificios coloniales con centenares de años de antigüedad, con su arquitectura única y sus calles con una neblina que evoca nostalgia a las seis de la mañana, hora en que Tony se para en su balcón y despide a su padre, un policía municipal.
Debido a la pobre economía la mayoría de los munícipes tuvieron que emigrar y abandonar sus casas en busca de trabajo.
Entre ellos estuvieron los amigos de Tony. Solo quedó Carlos, su vecino y mejor amigo. Tony y Carlos han tenido que perder el año escolar por quedarse en la ciudad. Los padres de Tony y de Carlos son de los pocos que han tenido que quedarse en la ciudad por sus obligaciones de trabajo.
Ellos son hombres de la vieja guardia, disciplinados y muy responsables.
Al menos Tony y Carlos han podido disfrutar de las más gratas vacaciones de sus vidas debido a quedarse sin poder tomar el año escolar. Han aprendido mucho en este año único de sus vidas, como cazar mariposas y estudiar el proceso de la metamorfosis, internarse en el pequeño parque boscoso al sur de la ciudad y jugar con animalitos y construir juegos a su medida. Se han recreado en el río que atraviesa el bosquecito, han construido sus propios botes de madera, han aprendido a remar y a alimentarse con lo que les ha propiciado la generosa naturaleza.
Un día cualquiera Tony y Carlos se encuentran con un gentil visitante, un señor de algunos 45 años de edad, alto y elegante, de poblado bigote, con unos zapatos muy brillosos y un sombrero panamá, una chacabana blanca sin mácula y unos pantalones negros.
Este caballero no es un simple visitante, es un empresario que recorre lugares en busca de oportunidades para hacer inversiones y construir empresas.
El señor Martínez, señor muy pulcro y cortés, pregunta primero por los padres de los chicos, sin embargo, la conversación no dilata en ponerse mucho más interesante.
El señor Martínez no revela sus motivos y más bien busca que le hablen de la ciudad y de sus atractivos sin dar a entender que él es un hombre de negocios, para lo cual se vale de sus dotes de hombre erudito.
Tony y Carlos han aprendido mucho en estos meses de vacaciones y le cuentan prolijamente al señor Martínez de las bondades de la ciudad, tanto en la parte construida por el ser humano y también en cuanto a la naturaleza de refiere, una ciudad de historia y de mucha belleza, (…) si tan solo hubiese más fuentes de trabajo.
El señor Martínez promete regresar con una sorpresa para Tony y Carlos y así lo hace justo unas dos semanas más tarde.
Constrúye una maqueta o fábrica en miniatura y se las lleva a los chicos. Es una fábrica de dulces.
En ella podrían trabajar hasta quinientas personas.
El señor Martínez incluso ha pensado en un buen empleo para Tony y para Carlos, de medio tiempo, hasta que terminen sus estudios, y luego les ofrecerá un ascenso.
El señor Martínez consiguió los permisos de construcción, un arquitecto y un ingeniero, y en menos de seis meses la nueva fábrica estará funcionando viento en popa.
Tony y Carlos corren la voz sobre la nueva fábrica y sus amigos empiezan a hacer planes para regresar a su ciudad junto a sus padres.
Esta es la historia de cómo Tony consigue hacer resurgir la ciudad en que creció, otrora ciudad fantasma, además de conseguir un empleo muy bien pagado en la nueva fábrica del señor Martínez. Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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