Cándido Alonso, un pariente lejano de mi madre, tenía en el pueblo cordobés de Bialett Masset una casa de fin de semana. El verano de 1955, la puso a nuestra disposición para pasar el verano.
Mi madre era una católica muy devota; mi padre, en cambio, no. Era teósofo y adhería a esa corriente filosófica fundada por la dama rusa Madame Blavatzki, el coronel norteamericano Olcot y la inglesa Any Besant. Se consideraba un librepensador y se sentía muy atraído por el orientalismo hindú que sostiene la reencarnación y la ley de karma. Asimismo, gustaba de la filosofía de Giordano Bruno.
En el lado opuesto de esa casa campestre a la cual habíamos ido a vivir, estaba la casa del tío José y de su esposa Doña Manuela que eran evangelistas. Tío José era un voraz lector de la Biblia y solía ir a pescar al lago San Roque. Mi padre había comprado un libro para leer por las noches: "El retorno de los brujos" de Louis Pauwels. A los pocos días de habitar la casa, sucedieron hechos a los cuales mis padres no podían darle una explicación racional. Las puertas y ventanas de la casa se abrían y cerraban sin que fuerza exterior las moviera. Mi padre, que no encontraba explicación lógica para el extraño fenómeno, contó lo que acontecía al tío José. Éste, sumamente extrañado respondió:
-Es inverosímil cuanto usted dice, Don Oscar, puede usted haber tenido una alucinación. Nosotros nunca hemos observado nada extraño... De todos modos iré para verificar.
Al aproximarse a la casa, el tío José observó que la puerta se abría por sí sola.
-Sin embargo tiene usted razón, Oscar -dijo el tío.
-Puede haber misterios en el trasmundo, en lo que hay detrás del mundo físico -replicó mi padre.
El tío José entró en la casa y de pronto sus ojos sus ojos se posaron en el libro de Pauwels y, volviéndose hacia mi padre, preguntó:
-¿Usted lee este libro, Don Oscar? Yo no sé si los brujos existen o no, pero tal vez estos extraños fenómenos se deban a esta rara literatura a la que usted se ha volcado. Le aconsejo que se vuelva a Cristo y que lea la Biblia. Es muy posible que todo vuelva a la normalidad.
Mi padre no siguió estos consejos. Él gustaba del ocultismo y de las prácticas esotéricas en las cuales creyó hasta el fin de sus días. Por otra parte, en una época de su vida, había adherido al espiritismo. Es así como, supongo, pudo haber atribuido esos extraños fenómenos a la acción de los brujos lo cual habría confirmado su retorno. |