Débiles destellos de esperanza,
Tu amor fue carnal
Y atornillaste el alma contra la cama,
Te desnudé mi interior
Y llenaste tu boca
De promesas ingratas.

¡Déjame llorar!
Y taparme los ojos,
¡Déjame sufrir!
Que no eras la magia ni la miel
Que derrumbaría la escueta armadura
De la que se servían tus demonios.

Extrañé lo que en vos proyecté,
Extrañaré
Y sin mediar en el tiempo que tarde
De mi templo me ausentaré.

Extrañaré y te olvidaré,
Deberé reponerme
Para poder seguir
Y sobrellevar la carga,
Para poder esperar un designio de la vida
Desde la pronunciación de su linde en la calma.

Deberé ser fuerte
Porque el amor es la herida más letal
Para quién ha trascendido,
Más allá de los deseos de la carne,
En la fortuita búsqueda de su libertad anhelada.

Porque morir por amor,
A nadie se lo deseo,
Es dejarnos abiertos a merced
Del hambre
Y de las artimañas de los cuervos
Ante las calamidades del mundo etéreo.