¡Qué tristeza!
Mi querido Marcos,
Sabía que el dolor sería inevitable
Y el cariño
Es una poción que no se nivela
Y ante la crudeza de la ausencia
No es confortable.

¡Qué miseria!
Que al alma descompensa,
Sabemos amar
Pero en la tibieza de tu luz
Algo languidece
Y trata de luchar con sus fuerzas
Y a la resignación se entrega.

Un dolor dulce,
Un dulce alivio
Que culmina
En humanidad y podredumbre.

¡Te quiero tanto!,
Eres un pedazo de poesía y de desarraigo,
Eres latido que retumbas
En el hueco de un corazón
Extinto por el daño.

No te dejaré ir,
No me iré de tu vida
¡Pequeño vaivén
Que te meces en mis rimas!,
Pequeño japonpón,
Que has hecho nacer entre las ruinas
Infinitas instancias de alegría.