¿QUÉ NOS QUEDA?
¿Qué le queda a nuestro amor? ¿Será la inmundicia del recuerdo? Intentando lavarse en la excreción de lágrimas, vil desperdicio del alma adolorida, acuchillada.
¿Qué le queda?
Tal vez las fantasías terríficas del sexo, convertida en un recuerdo del vagabundeo por los intercisos de tu cuerpo, socavando, penetrando, en la necia costumbre quimérica del topo tuerto de excretar vida hasta desfallecer en el intento, que resulta al fin y al cabo un paseo imaginario e inicuo por los humedales de tu cuerpo.
Algo ha de quedar de ese amor que nos tuvimos o decíamos tenernos, al menos la consideración de ambos para no herirnos ni de cerca ni de lejos. La felicidad más pura, es la que se ha perdido, afirma en La poética Gastón Bachelard. Puede ser, pero a mí no me hace feliz tu ausencia y hasta creo, tampoco me causaría mayor gozo ahora tu presencia. Mejor así, ni tú aquí ni yo allá, equidistantes y, sin embargo me sigo preguntando…
¿Qué nos queda?
Acaso el pretexto para decirlo en un poema o publicitarlo en un breve cuento, donde al final se diluye la esperanza en un escenario de irónica desesperanza. ¿Fue nuestro amor impoluto o putrefacto? ¡No lo sé!, ni volveré intentar averiguarlo. Prefiero entre sus puntos y sus comas establecer un diálogo mudo con la ausencia de tu mirada y se guarde para siempre en el misterio… de ese gran amor, ¿qué es lo que queda?
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