Abrió los ojos. No sabia dónde se encontraba ni cómo había llegado a ese extraño lugar; era un nuevo mundo. No podía hacer ningún tipo de sonido ni tampoco moverse como quería; se sentía pequeño, muy pequeño. Miró a los lados y observó sus alrededores. Anodado había quedado al notar aquel mundo que no reconocía y no pudo evitar llorar. Sin embargo, pudo ver a un hombre muy grande, el cual lo estaba sosteniendo con mucho cuidado, no obstante, no reconocía su voz. Había también una mujer atrás de él. No la reconoció en un principio, hasta que pudo oírla llorar, pero no parecían lágrimas de tristeza. Él podía reconocer esta voz de alguna extraña manera; la había escuchado antes, muchas veces. Además, por alguna razón, esta mujer le generó tranquilidad al tomarlo de la mano y, de esta manera, la lluvia dejó de caer.

Pudo ver a otro hombre al lado de lo que parecía un aparato para que las personas descansen, pero no era el mismo que lo sostuvo en un principio. Este otro hombre era diferente; se podía observar el miedo en sus ojos, combinado con cierta timidez. Querría acercarse tal vez, pero por alguna razón no lo hacia. Este sujeto miraba con amor a aquella mujer que ahora sostenía al pequeño ser. Luego de unos momentos de haber cruzado miradas, el hombre se acercó cuidadosamente y con otra gran sonrisa se presentó. “hola, pequeño, soy tu papá”- dijo y enseguida rompió en llanto.

No sabía por qué, pero en ese preciso instante el pequeño pudo sentir cómo crecía algo desde el fondo de su pecho. Se sintió amado.