El músico embrujaba con su arpegio
a ese público de alma asaz diletante,
en la sala desplegábanse las armonías,
dibujando una historia asombrosa,
la penumbra parecía sobrecogerse
con el drama, la magia y el hechizo,
de súbito, las gentes
se elevaron por sobre sus sillas,
encantadas, poseídas,
no eran ellas y sí eran ellas,
espíritus y personas imbuidas
por los bellos sones
que se alzaban por el cenit
de ese mágico escenario
y volaban aún más allá,
traspasando la cáscara plena del teatro
e internándose en las amplias alturas.

Y ahora se va desdibujando
su materia de músculos y huesos
para tornarse en tules y sedas evanescentes,
que no es otra cosa
que la estructura cósmica
de lo que llamamos música.















Nota: Alguien me contó sobre una canción en que las personas escuchaban cierta música y se elevaban de sus asientos para chocar con el techo y destrozarse el cráneo. Traté sólo de darle un sentido más espiritual a la música. Si es plagio...no lo sé.