Si estás viendo esto es porque estoy muerto…
Marta se despierta con esta frase en su mente. Tiene los ojos llorosos como todas las mañanas. Hace un mes que Ricardo se encuentra desaparecido, pero ella aún se aferra a la esperanza de que haya podido sobrevivir.
Cuando él decidió realizar aquella expedición al Amazonas, estuvo a punto de decirle que esa aventura era demasiado riesgosa. Pero no lo hizo, y ahora se siente culpable. En aquel momento le pareció que sería muy egoísta de su parte interferir en un deseo que su marido tenía desde hacía mucho tiempo, y que había planeado durante meses con sus compañeros.
Nadie sabe muy bien qué ocurrió con el grupo de expedicionarios, pero sospechan que la avioneta que piloteaban pudo haber caído en algún lugar de la selva, y hasta ahora no han podido dar con ellos. Marta sabe que en cualquier momento dejarán de buscarlos.
No siente apetito; mordisquea unas galletitas, y bebe una taza de té. Envuelta en una vieja bata, deambula por el dormitorio y observa algunos objetos personales de Ricardo. El retrato de ambos junto al mar durante las últimas vacaciones la sume en una profunda angustia.
De pronto, ve una nota sobre la cama. La toma con curiosidad y comienza a leer:
Si estás viendo esto es que estoy muerto, cariño. Y tú lo sabes, aunque aún no puedas aceptarlo. Sé que es duro, pero debes continuar tu vida, querida mía.
Tal como lo sospechas, la avioneta cayó en un lugar de difícil acceso. Probablemente nunca nos encuentren. Los restos que han quedado luego del accidente se confunden con tan exhuberante vegetación.
Sé que te estarás preguntando cómo escribí esta carta, y cómo te la he podido envíar. Es muy simple, pero estoy seguro de que te costará creerlo.
La has escrito tú. Sí, cómo lo lees. Has sido tú.
Voy a contarte algo. Las personas mueren, pero sus almas se quedan un tiempo junto a los seres amados, sobre todo cuando estos sufren. Vulgarmente se dice que no pueden soltarlos, ¿comprendes?
Bueno, yo estoy contigo en estos momentos, y trato de consolarte de alguna manera. Anoche te dicté esta carta. No lo recuerdas porque lo has hecho estando dormida. ¿Reconoces mi letra? Sé que parece increíble. Pero es así. Observa el papel…¿ves el número treinta en la parte inferior? Bueno. Toma tu anotador. Fíjate, esa hoja ha sido arrancada.
Amor mío: intenta disfrutar de la vida. Te lo mereces. Piensa en todo lo hermoso que te rodea. Te aseguro que yo estoy bien.
Te ama, Ricardo.
Luego de leer esto, Marta se siente mejor. Toma una ducha y sale a dar un paseo. Poco a poco retoma su vida normal. Vuelve a su trabajo, e incluso planea unas vacaciones.
Cada tanto relee la carta, y la guarda con mucho cuidado en el primer cajón de su escritorio.
Los meses pasan. Marta ya no llora por las mañanas. Ha vuelto de su viaje y está mirando las fotografías con interés.
De pronto siente deseos de leer la carta. Va hacia el escritorio, toma la hoja, y se asombra ante lo que ve. El papel está en blanco. No hay una sola letra; todo se esfumó.
Sonríe. Ricardo pudo marcharse; ella por fin lo dejó ir.
Tal vez ha llegado el momento de escribir una nueva historia.
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