Ochiali era calabrés y cursaba sus estudios sacerdotales en un seminario. Hombre de inclinaciones místicas, estaba lejos de saber lo que le depararía el destino. El seminarista había decidido hacer un paréntesis en su vida estudiantil para realizar un viaje por el Mediterráneo.
En uno de esos días de navegación, Ochiali, apoyado en la borda, observaba el sol tramontar sobre el horizonte iluminando con sus dorados rayos las azules aguas del Mediterráneo.
No podía hacer menos que contemplar extasiado aquella magnífica puesta de sol. Sentía que todo aquello era quietud y paz. Sin embargo se engañaba. La potente voz del gaviero ubicado en el trinquete ponía en conmoción a la tripulación: "¡velas al sudoeste!"
El capitán enfocó su largavistas en la dirección indicada y comentó:
-No puedo engañarme acerca de quiénes son esas naves que llevan el estandarte verde de la medialuna. Son piratas berberiscos. Tratemos de evitar una lucha en la que probablemente llevaremos la peor parte. La galera en la cual navegaba Ochiali era tripulada por caballeros de la Orden de Malta. Se desplegó todo el velamen con la intención de llegar a la isla de Malta. Las cuatro galeras berberiscas que la perseguían, adivinando sus intenciones, trataron de interceptar su regreso. Se dispusieron en semicírculo para imposibilitare toda retirada. Con las primeras luces del alba, Juan Ballestrini, capitán de la galera maltesa, se percató de que la batalla era inevitable. Los berberiscos dispararon una andanada intimándole la rendición. Ballestrini gritó:
-¡Por la cruz de Malta, los caballeros de nuestra Orden no se rinden! ¡Fuego de andanada! -ordenó.
Los disparos de los malteses no se perdieron y el palo trinquete de una de las galeras berberiscas tronchado en su base se desplomó sobre una de las amuras haciendo escorar peligrosamente la nave. Los piratas berberiscos respondieron con furor al fuego de la galera maltesa y a poco de iniciado el combate, el palo mayor de ésta, alcanzado por un cañonazo, se desplomaba al tiempo que otro certero disparo daba muerte al timonel.
-¡Otro hombre al timón! Preparaos para rechazar el abordaje. Venderemos caras nuestras almas -exclamó el capitán.
Las tres galeras berberiscas rodearon a la maltesa. Dos por un flanco y la restante por el otro y afirmaron los grampines de abordaje.
En la encarnizada lucha cuerpo a cuerpo en la cual los piratas contaban con la superioridad numérica, los alfanjes chocaban con las espadas cristianas.
-Por la Cruz de Malta, arrojemos al mar a los piratas! -rugió Ballestrini.
Poco después, caía herido de muerte por un hacha de abordaje que le partió el cráneo. Al ver caer a su jefe, los tripulantes de la galera depusieron sus armas con excepción de Ochiali que seguía combatiendo denodadamente contra cinco piratas berberiscos que buscaban darle muerte.
El jefe pirata, admirando su valor, ordenó:
-Alto, respetad la vida de este hombre que ha demostrado ser un valiente. Abu Hassan, el capitán pirata, se le acercó y le dijo:
-¿Cómo te llamas y de dónde eres?
-Mi nombre es Ochiali, soy calabrés y antes de embarcarme en esta nave estaba realizando estudios sacerdotales.
-Por lo que veo, eres un hombre culto, tal vez no debas ignorar que la palabra "Islam" significa "sumisión del hombre a los designios de Dios" y la palabra "musulmán" significa "sometido". El respeto por tu vida implica que te hagas de los nuestros y que abraces nuestra fe. De lo contrario, tu vida habrá terminado pues serás muerto. Ochiali había escuchado atentamente al jefe pirata poniendo especial atención en la palabra "Islam". Pensó que su captura era un designio de Dios y se decidió a aceptar su voluntad.
Ya convertido en pirata, Ochiali dio muestras de un valor proverbial. Su vida había experimentado un cambio radical y en un giro completo de ciento ochenta grados, el antiguo seminarista católico tomó la bandera de la medialuna y encabezó la lucha contra la cristiandad. En esa contienda, era el sucesor del legendario Keyr Ben Din, más conocido por su apodo, Barbarroja, y de El Sable del Islam (otro famoso pirata) que había encontrado la muerte en el sitio de Malta.
Ochiali, con el mapa del Mediterráneo y de las naciones que lo circundaban, concentró su atención en una isla de Oriente que para él tenía fundamental importancia por su extensión territorial y su importancia estratégica: Chipre.
-Hay que despojar a Venecia de esta importante colonia.
Era el año 1569 cuando los turcos se lanzaron a la conquista de Chipre. Las principales ciudades chipriotas eran Nicosia y Famagosta. Nicolás Dándolo y Francisco Contarini se hicieron cargo de la defensa de Nicosia. Por su parte, Astorre Baglione, Bragadino Lorento Tiépolo y el capitán albanés Manuel Spilotto, asumieron la defensa de Famagosta hasta la llegada de las tropas solemnemente prometidas por la República veneciana.
El almirante Lolo y el visir Mustafá estaban a cargo de las operaciones por mar y por tierra. En la lucha por la conquista de Nicosia, el 9 de septiembre de 1570, al clarear el día, Mustafá lanzó sus huestes al asalto del fuerte Constanzo. Pudo apoderarse de él tras una heroica resistencia de los defensores. Los venecianos capitularon con la condición de que se respetara sus vidas. El visir dio su consentimiento y una vez en la ciudad, ordenó la decapitación de todos los defensores. El heroico Dándolo fue el primero en ser inmolado. Tan solo fueron respetados las mujeres y niños de Nicosia y veinte nobles venecianos por quienes el visir pidió un alto rescate.
el 19 de julio de 1571, las hordas turcas acamparon cerca de Famagosta y comenzaron el asedio. El bombardeo de los turcos tenía como objetivo derrumbar las torres y los fuertes. Alí Pachá, almirante de la escuadra turca, arribó a Chipre con una flota de cien galeras y una tropa de cuarenta mil almas.
Los hijos de "La reina del Adriático" terminaron vencidos por la superioridad de los turcos. Venecia había perdido Chipre.
Lod venecianos pidieron ayuda al papa Pío V. A instancias del pontífice se formó la Santa Liga. España acudió solícitamente al llamado del papa y aportó cerca de cien naves y marinos experimentados como Don Juan de Austria, Don Álvaro Bazán y Don Luis de Requesens. Francia y Austria negaron su apoyo. La gran batalla entre la Cristiandad y el Islam se aproximaba. Europa y Asia, Oriente y Occidente, se enfrentarían nuevamente en una famosa batalla naval como ya había ocurrido en la antigüedad en la batalla de Salamina donde se enfrentaron los griegos y los persas.
Pío V designó a Don Juan de Austria, hermanastro de Felipe II como jefe de las fuerzas cristianas. Las maniobras de éstos no pasaron inadvertidas para Selin II El Borracho, quien reunió a sus principales almirantes. La escuadra turca que eligió como escenario geográfico para el épico encuentro fue el Golfo de Lepanto den Grecia. Esta formación estaba compuesta del siguiente modo: el centro estaba constituido por noventa y seis galeras en las cuales estaban Ochiali y Alí Pachá. El ala derecha, con setenta y tres galeras estaba al mando de Mahomed Sciroco, virrey de Alejandría; el ala izquierda, con cincuenta y cinco galeras, estaba al mando de Aluch Alí, virrey de Argel.
Por su parte, el ala derecha de la escuadra de la Santa Liga la constituían cincuenta y seis galeras al mando de los venecianos Agostino Barbárigo y Marco Quirini. El centro, con sesenta y dos galeras estaba bajo el mando directo de Don Juan de Austria que llevaba en uno de sus flancos la capitana de Sebastián Veniero y, al otro, la capitana de Marco Antonio Colonna. El papa aportó doce galeras que estaban al mando de este último. Don Juan de Austria llevaba además a popa a Don Luis de Requesens que no había querido separarse del príncipe. El ala izquierda la constituían cincuenta y tres galeras al mando de los genoveses Juan Andrés Doria y Juan Cardona. La reserva que marchaba en retaguardia la formaban treinta galeras al mando de Don Álvaro Bazán. Seis galeras marchaban a la vanguardia divididas en tres grupos. El 7 de octubre de 1571, las dos escuadras estaban frente a frente y a las diez de la mañana comenzaron la aproximación para iniciar la batalla.
Barbárigo prometió el indulto a los galeotes si luchaban con bravura. En el transcurso de la batalla, Barbárigo fue herido en un ojo. En lo más recio de la contienda, cuando más comprometidos estaban los cristianos y herido el propio Don Juan, cuando no había más línea ni formación, ni centro, ni derecha o izquierda, Marco Antonio Colonna clavó el espolón de su capitana en la popa de Alí y Álvaro Bazán en uno de sus flancos marcando el fin del enfrentamiento.
Hay quienes sostienen que la batalla de Lepanto es, para España, lo que la batalla de Austerlitz es para Francia y la de Waterloo, para Inglaterra: uno de los momentos más gloriosos de su historia militar.
Venecia no supo sacar provecho de victoria tan resonante. Los venecianos decidieron aliarse al turco en lugar de combatirlo. Caro lo pagaron porque cuando los musulmanes rehicieron su marina, Venecia perdió las restantes colonias que tenía en le Oriente (entre ellas Candía) a manos de la potencia de la medialuna. |