Se esfumó.
Pero sus manos todavía viven,
allí, cerca del huerto que cultivaron sus dedos.
Cautivando
brumas salpicadas de ayeres,
de un azul vagabundo.
El paraíso se ciñe frente a los amantes,
muere la noche,
la superficie se entierra,
se seca la sabia.
Hubo un instante en que apretó mi mano.
Brillante calma la de estar juntos.
Permite que sea tu desmayo
hasta que me muerda la realidad.
Texto agregado el 24-10-2016, y leído por 166
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