Ella vendrá, seguro que vendrá.
Vendrá entre sábanas blandas,
columpiándose en una rama,
en el estruendo de un trueno,
en la quietud de aguas calmas,
o en un inmenso derrame en rojo.
Pero vendrá, seguro que vendrá.
Sé que es inevitable su venida,
que finalmente algún día me hallará,
porque sabe que siempre la espero,
como todo buen hombre de palabra
la espero con mi bolsa llena de letras,
siempre dispuesto a marchar con ella,
por tiempo sin fin, un tiempo indefinido.
Hasta que arboles de ramas desnudas
vuelvan su cara hacia el sur,
y espumas de risas me reciban o despidan
en un cielo azul, sin campanas,
fertilizando con cenizas la niebla grisácea
donde sea que lenta se expanda.
Ella vendrá, seguro que vendrá,
y yo la estaré esperando con jazmines
y con mis huesos, esos, que finalmente
son lo único que de mi tendrá. |