Beber vino no es tarea fácil. Hay quien piensa que con tener una bota llena basta. Lo restante es hacer deslizar el chorro por el gaznate. Pero ahí está el error. Hay que tener puntería y tino. Una puntería y un tino que en el español es congénita. Por lo tanto han de concurrir elementos materiales: bota llena; con otros elementos que podríamos denominar adyacentes pero imprescindibles. Hacerlo en vaso es más fácil: está al alcance de cualquiera. Esto lo puede hacer hasta un inglés.
Por otro lado hay que decir que, amén de los elementos anteriores, es necesario contar con disposición y aptitud. La disposición se presupone en cualquier amante del pimple, pero la aptitud es un plus que no concurre en cualquiera.
Con todo, hay quien, además de introducir el chorrillo por el gaznate, adorna la operación con explicaciones sobre el trago que se acaba de meter. Que si sabores afrutados y a madera y demás gaitas. Eufemismos dipsomaníacos. No creo que haya que añadir más al hecho en sí de amodorrarse y aletargarse ante tanta inclemencia que nos rodea. Claro, siempre que se cuente con el segundo de los elementos. El de la aptitud. Esta no se improvisa. Hay quien es apto y hay quien no. Lo que se ha venido en llamar saber beber. Si vas a dar la murga al personal, en plan- como suelen decir- decir la verdad, más vale que bebas otra cosa, por tu propio interés y por el de los demás.