Deambulo algo aburrido por las instalaciones del local comercial, es sábado en la mañana y los clientes suelen llegar pasado el medio día. Tomo posición cerca del perchero de las camisas, a un costado de la cajonera de pantalones en oferta. Desde este sector puedo observar con detalle toda la actividad que se desarrolla dentro de la pequeña tienda.
Soledad aprovechando la hora de ocio, trenza la cabellera de Judith, ambas se ven muy animadas y ríen de muy buena gana; seguramente recordaron algo jocoso.
Camino hacia ellas, un poco de charla me vendría bien para sobrellevar esta apestosa hora. Además que me llevo muy bien las dos vendedoras, sé que mi presencia no las incomodará.
Cuando estoy a unos metros, Judith me mira dulcemente. Sus profundos ojos color miel me sonríen, se ve muy hermosa con su pelo trenzado; viste una blusa color blanco que hace juego con una mini falda color damasco. No puedo apartar mi mirada de la suya. Pienso que solemos discutir demasiado solo por tonterías. Ambos sonreímos sinceramente, seguramente esperando alguna broma graciosa relacionada con el trenzado de su cabello.
Esta vez hay un brillo distinto en su mirada que me cautiva, que me encanta, que me enamora. Después de compartir tantas cosas puedo ver claramente su espíritu, pues he aprendido a conocerla mejor que nadie...
¡Espera! No... No puede ser! Creo que estoy... No, no puede ser, Jajajaja, no... Esto es una locura... ¿Ella y yo?... ¡Si peleamos mucho!...
¡Maldición! Yo no puedo estar... Creo que estoy... ¡Dios... No puede ser!
_ ¿Que te ocurre Jorge? Estás pálido_ Soledad ríe de la situación. Las mujeres son tan perceptivas e intuitivas.
_ ¡Estás helado! ¿Que pasa Jorge?_ Judith toma mi mano algo preocupada. Yo no puedo articular palabras, solo puedo posar mis ojos enamorados en su mirar.