Tomé el libro de anatomía y al observar una mano. Me llamó la atención el diagrama y las palabras en los extremos de las líneas para explicarnos el nombre de cada componente. Todas del latín o no sé qué otro idioma.
Ah chingao-chingao. ¿Tantas cosas nos metieron en una sola mano? Tan fácil que es decir dedos, falanges (no las franquistas), muñeca (no tú) y ¿qué más? Bueno. Se lo mostré al Rober y este, más mueca que sonrisa se alisó el bigote-barba que ya blanqueaba entonces. (Aunque no lo creas, alguna vez la tuvo negra y luego parda, como las cerdas de burro).
-¡Uhm! Luego te digo. Vámonos a escuchar al Sabines al CECUT.
POEMA IV
Mis dedos circundan
la esbeltez de tu figura,
rosando apenas
el rubor de tus mejillas.
Un hálito de fiebre,
voluta de vapor,
sobre la palmar
cóncava del exilio,
que insaculan,
proximalmente,
las arrugas,
en las que insertan,
a medias, mis ansias,
sin tocarte siquiera.
Mientras tu mente,
distalmente,
articula los efluvios
y una ligera convexidad
electriza tus hormonas
carentes de apófisis espiroidal.
Entonces,
tu cuerpo exime
una ligera convexidad posterior
capaz de articular mi melancolía…
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