Es viernes más no estoy seguro. El restaurante luce un lleno impresionante. Al gerente americano no le cae el veinte del porqué se ha llenado de familias para cenar. La respuesta es simple. Es día de las madres en México y aquí en Estados Unidos, los hijos de las abuelitas cuidadoras de niños sin sueldo hay que festejarlas pues cumplen a cabalidad la misión para la que fueron importadas.
Las famosas vacaciones para que los extraños nietos desmadrosos y sin educación a la mexicana se convirtieron en servidumbre sin paga. Habría al menos, que llevarlas a cenar en su día. Y que mejor que en este lugar remedo de gastronomía mexicana para demostrar su querencia.
A dos días de festejar a las madres americanas ya nos preparábamos adelantando postres y algunos ingredientes para los guisados y eso nos sacaba del apuro este 10 de mayo.
Por más que me escapaba al baño para escribir la tarea de interpretación del glíglico, vaya ni siquiera entendía por qué “le amalaba el noema”, aún así intenté escribir algo en un papel encerado ovalado que cubriría la boca del sanitario.


POEMA II

Como várices
que a veces sangran,
lloran
mientras limpias las heridas
de la discordancia.

Así su fragancia
huele fétida
y no se olvida,
mientras
se come
un plato de sopa,
la baba escancia.

Mis lágrimas sin ti,
mi lengua
vocifera
y esputa
tu adherencia
rancia.