Ya no era vida.Desde que aquella fatídica noche en que se levantó para ir al baño, olvidando que tenía pañal, y se rompió el tobillo, su vida ya no era vida. Los médicos habían decidido amputarle la pierna a la altura de la rodilla para parar la infección justo el día en que cumplía 92 años. Sus hijos, desolados, firmaron el consentimiento para la intervención.
-Yo no he hecho mal a nadie nunca. ¿ Por qué este final? Hijos, ayudadme a morir- solicitaba la dulce anciana llorando.
Desde el día de su cumpleaños, su vida ya no era vida.
Hoy se arrastra en silla de ruedas por los pasillos de la residencia donde vive tras la operación. Cubre las piernas con una mantita. Los días de lluvia le duele el pie que ya no tiene.
Sueña con la muerte como descanso en estos postreros días de vida ya casi de ultratumba.