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Alguien me prestó el libro de Augusto Roa Bastos, Yo, el Supremo. Marcos me dijo que le había gustado pero no tanto como Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Algunas veces dudo de mis gustos. Sé que la duda es un valor dentro de la filosofía: Descartes se pasó la vida dudando y eso le sirvió para poder arribar a una conclusión. Cogito ergo sum, dijo. Dudar es pensar y afianzar su estima en el pensar, le tiene que haber dado seguridad, confianza en sí mismo y todas esas cosas. Cuando Marcos me sugiere o me comenta sus gustos, yo me pregunto: ¿me gustará porque él me lo recomienda? No es que me moleste tal cosa, amo a Marcos y confío plenamente en sus gustos pero temo que mi poca o mucha personalidad desaparezca tras la de él.

Sigo leyendo a Roa Bastos:
...El zodíaco es la franja circular de las doce constelaciones que recorre el sol en el espacio de un año. Los doce signos marcan las cuatro estaciones... Ahí está Aries, el carnero, bestia libidinosa que nos engendra, Allí Tauro, el toro, que empieza por darnos una cornada. Mira a Géminis, los gemelos; es decir, la Virtud y el Vicio. Procuramos alcanzar la virtud cuando llega Cáncer, el cangrejo, que nos engancha con sus pinzas dientudas. Mientras nos alejamos de la Virtud, Leo rugiente león, se nos cruza en el camino. Nos tira feroces zarpazos. Huimos del León, encontramos a Virgo, la virgen. Nuestro primer amor. Nos creemos felices para siempre cuando aparece Libra, la balanza, que pesa la felicidad con peso de humo. Muy tristes quedamos. Escorpio, el escorpión, nos sacude un puyaso en la espalda que nos hace dar un terrible salto. Nos curamos de las heridas cuando hete aquí que nos llueven flechas desde todas partes: Sagitario, el arquero, se divierte. Nos arrancamos las flechas. ¡Cuidado! Ya estamos flotando en el Arca. Ha llegado Acuario, el aguatero, que ha vertido todo su diluvio inundando la tierra. La ha convertido en un océano donde reina Piscis, porque ellos nos pescan a nosotros sin carnada ni anzuelo. Capricornio, el capri. Cornio de Trópico. Ariete que arremete y por todas partes se mete.”

Me gustó eso de ir agregándole comentarios a cada uno de los signos. Nos reímos con Marcos al leer que Acuario, -yo soy de Acuario-, es el causante de las tremendas inundaciones, entre ellas las que vivimos hace siete u ocho años, cuando ambos vivíamos en el Barrio Caminito.
Cuando él tuvo que irse, después de su secuestro, yo quedé sola en el Barrio y los vecinos me protegieron y contuvieron. Fue una experiencia que no estaba acostumbrada a vivir. Me hizo tomar conciencia de lo que significa “el barrio”. Ellos sabían de mi expulsión de la Universidad por la Junta Militar, de la ausencia de Marcos, de mi soledad; ¡fueron tan cálidos conmigo! En cada inundación acudían a darme una mano y juntos, ellos y yo, sobrevivíamos al desastre. Yo les retribuía el favor ofreciéndoles las alturas del primer piso de mi casa. Mientras bajaban las aguas nos acomodábamos en una de las habitaciones de arriba, los hombres –jóvenes y no tanto- salían a constatar la dimensión del desastre o a revisar las casas en las que vivían personas solas. Doña Anita, la de la esquina, ya había decidido no bajar más sus muebles al piso. Entre ellos el piano que el tiempo y el agua habían descascarado. Era una maestra jubilada y su hijo antes de irse a vivir a otra provincia, le levantó los muebles como para que no los alcanzara el agua y al mismo tiempo los pudiera usar. Era muy difícil para ella.

Todo eso le conté a Marcos porque yo era Acuario y ellos eran nuestros vecinos y él me preguntaba y yo le recreaba el barrio. Le conté que, después que él se tuvo que ir, se produjo una inundación mucho más grande que las que sufrimos juntos. Sucedió en setiembre del 76´, creo. Los vecinos vinieron y me ayudaron a subir la heladera al primer piso. Se juntó tanta gente que pensé en el Arca de Noé. Ahí estábamos, navegando por los campos del Barrio Caminito... Perros y gatos fueron acomodados en las otras habitaciones para mantener un poco de orden y nos mezclarnos tanto, pues había que cuidar los bebés y los niños y comer y acostarnos porque la tensión era muy grande. El mate trazaba líneas de solidaridad entre los vecinos. El mate y alguna copita de caña para levantarnos el ánimo.




Texto agregado el 19-10-2016, y leído por 236 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
20-10-2016 Eso de tu expulsión de la universidad me dejó pensando en esos tiempos oscuros. Buen escrito, como siempre. lucrezio
19-10-2016 Me gusta leer este tipo de texto que me borran los kilómetros de distancia y me hacen conocer y disfrutar de la vida cotidiana de otros lugares . autumn_cedar
19-10-2016 Gran estampa porteña de un Buenos Aires no demasiado viejo pero que ya no está. Sabrás Martha que La Boca ha dejado de inundarse. No sé que arreglos hicieron hace una década atrás. Es un texto muy cálido el que has publicado. Te felicito. 5* BarImperio
19-10-2016 Hay solidaridades que perduran pese a todo seroma2
19-10-2016 Cogito...pienso, por lo tanto soy. grilo
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