“La extraña historia de la partitura extraviada”
Cada día Pusang, meditaba y practicaba Thai-Chi unos minutos. Pusang dedicaba su vida a componer. Su casa ubicada en medio de un extenso bosque de bambú herencia de su abuelo, también compositor, era conocida como “la casa de música y bambú”.
Decía, que para componer en las mañanas debía levantarse muy temprano, solo así la fuerza del Ying lo ayudaría a crear melodías eólico-místicas. Así se le veía caminar fuera de casa acompañado de su flauta. Al igual que su abuelo, estampaba las notas sobre la arena muy cerca del lago, otras veces creaba sus notas usando pequeñas piedras, así repartía sus partituras cada mañana.
Cuando atardecía, aquellas partituras dejadas en la arena o en las rocas comenzaban a sonar movidas por el viento, de tal suerte que en el pueblo más cercano podían escuchar aquellas creaciones imprimiendo en los oyentes aromas musicales de la naturaleza y el viento.
-Es la música de Pusang, decían todos en el pueblo, mientras hacían sus labores empapados de sus melodías.
Al llegar la noche, Pusang se preparaba para entrar en contacto con su Yang, su lado oscuro, entonces componía lo que el llamaba melodías cósmico-dragónicas, ya que son inspiradas por las esferas del firmamento y por dragones. Estos dragones deambulan por las noches, bajan de las estrellas o nubes para refugiarse en bosques, ríos o montañas, entran en contacto con los mortales, traspasan sus cuerpos y espíritus.
El Yang es la fuerza más asombrosa del mundo, porque tiene la facultad de crear a partir del desastre y su resultado puede emocionar a un niño por su inocencia y profundidad.
Algunos de estos dragones se refugian bajo la tierra para descansar y cantar, que es algo estremecedor de escuchar, muchos no saben que los temblores y terremotos son sus cantos. La fuerza del dragón nunca es mala, por más oscura que nos parezca, es necesaria para los equilibrios de este mundo. No debemos temer a estas fuerzas del dragón porque ellas son fuente de vida le decía su abuelo.
Llegando la noche, Pusang tomaba su gong y se adentraba en el bosque de bambú, cuando la atmósfera se hacía más pesada, el compositor se detenía allí mismo, y comenzaba a crear su música. El sonido oscuro del gong atraía a dragones de distinto tamaños y colores que salían de las rocas o el follaje del bambú para danzar flotando sobre el músico. Luego se adentraban en los hogares del pueblo y se convertían en hacedores de sueños, a la mujer solitaria se le aparecía un hombre, al viejo lo rejuvenecía, y los huérfanos se encontraban con sus padres. Una noche de vértigo creativo Pusang dejó su partitura Yang en la corteza de un sauce.
A la noche siguiente el músico llegó al preciso lugar donde la había dejado pero como no estaba recorrió el bosque buscándola, no había dudas el árbol había desaparecido. ¿Cómo era posible que un árbol le robara su composición? Pusang buscó por todas partes hasta quedar exhausto, al atardecer, triste regresó a casa, había perdido su partitura, un músico no podía componer solo para el Ying, también necesita el Yang, de lo contrario estaría incompleto, vendrán desastres, se dijo, habrá desequilibrios, ya no sabía que hacer. Se sentó en la entrada de su casa a meditar. Mientras guardaba silencio escuchó una voz que provenía de su habitación.
Intrigado, entró en la casa pero no había nadie y volvió a escuchar:
-Búscame, estoy en el bosque de bambú, susurró la voz nuevamente.
Ya comenzaba a oscurecer, Pusang se adentró en el verdor del bambú, esa noche era muy estrellada, un dragón descendió desde lo alto y le dijo:
-Pusang, los espíritus del Yang desean hacerte un regalo.
El músico impresionado por este mensaje y triste por la pérdida de su partitura comenzó a llorar.
El dragón secó sus lágrimas, tapó la vista del músico y cuando logró abrir los ojos, el sauce estaba frente a el.
-Nada necesito dijo Pusang, estaba triste por mi partitura y tu me la trajiste, ¿qué más puede pedir un músico sino recuperar su obra extraviada?
Para un artista, sus obras son como hijos luego del magnífico acto de la creación sublime.
El sauce a quien el Yang había dado un corazón, dijo:
-Dragón, ser el depositario de la partitura de Pusang me hizo vanagloriarme de lo que no me pertenecía, pues les dije a todos que yo la había compuesto, enseñándola a cada ave que conocí, pero no me pertenece, aquí estoy para enmendar mi error.
El músico estaba maravillado, su abuelo le había advertido que la fuerza del Yang a veces da vida a los seres vegetales.
-Dragón, continuó el sauce, pido al Yang que me convierta en un instrumento, así Pusang podrá hacer música conmigo.
Se reunieron muchos dragones y cubrieron al sauce de una gran niebla, así nació el piano de sauce más hermoso del mundo.
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