La Maleta Viajera
Abierta, cerrada, abierta, cerrada, abierta, cerrada...cerrada por fin, me voy camino al aeropuerto, me llevan hacia el sol del trópico, me mueven bajo la lluvia incesante del invierno al sur del mundo, me arrastran bajo la nieve marcando la calle con mis ruedas...cerrada así con todos los cerrojos posibles, puedo descansar mirando en mi interior, con el sabio silencio de una roca del pasado.
Entre tantas zozobras me pregunto: cuál es el mejor momento para nosotras? dónde está nuestro gozo? No está en la vacía exhibición de la vitrina, jamás en las fábricas de maletas.
Sin duda está en el interior del clóset, en el vaivén de los trenes, en el murmullo sordo de las turbinas en el sector de equipaje de los aviones donde estamos más a gusto entre nosotras.
Porque en todos esos lugares vamos quietas y solas, dónde lo único que tenemos es la memoria de nuestros viajes.
Susurrando nuestras aventuras, unas a otras, las maletas, vamos soñando como nubes bajo un interminable césped de manos.
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