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Volando en forma de disparo
Apagó la lámpara de su cuarto aún sin ganas de dormir, quería permanecer de espaldas en su cama mirando el techo con los ojos inmensamente abiertos, así se conectaba cada noche con todo.
No recuerda a partir de cuando comenzó, pero fue en su niñez cuando encendió sus manos en el infinito de sus sentidos. Cuarenta años después ¿o eran treinta? La edad no importaba, lo único interesante es que Santoro seguía allí en el cuenco de ese mismo cuerpo experiencial.
Permaneció recostado hasta concentrarse. Disipó la densidad de su cuerpo para convertirse en la unidad invisible que todo lo ve.
Traspasó la puerta de su casa, luego…ya en la calle, vio que ésta estaba llena de otros que como el volaban en distintas direcciones preocupados cada uno de sus propios destinos. Antes le costaba tiempo adaptarse a la ausencia de densidad corporal, ahora lo disfrutaba, en especial el vuelo en forma de disparo que era su favorito.
Así lo había bautizado su novia Dana.
Por eso cada noche Santoro entraba en su estado de aproximación inorgánica para encontrarse con ella.
Esa noche el espacio se veía igual, el cielo atestado de otros como siempre, nada se había alterado mucho menos el profundo deseo de ver a Dana, estar a solas con ella para meterse, incrustarse a dentelladas en sus órganos, en su espacio licuoso, eso le fascinaba, adentrarse en ella y aunque esto lo hacían ambos en forma concertada para sentirse el uno al otro al mismo tiempo, Santoro sentía que esto era algo suyo, digamos que se creía con autoridad sobre el vuelo en forma de disparo, casi como para patentarlo. Estaba pensando en esas estupideces tan propias de su ego cuando al llegar a casa de Dana y ver la luz de su cuarto encendida detuvo su vuelo rasante y se fue a estrellar directo contra el árbol que estaba frente a la casa, solo que no se dio cuenta de ello al primer momento. Aturdido tras la sacudida retomó su camino y se adentró en casa de la muchacha. Por alguna razón estaba tiritando y su respiro tenía espasmos cada vez más fuertes, pero no le dio importancia, subiendo la escalera de la casa todos los objetos cambiaron de lugar, los colores pasaban de un objeto a otro, pero tampoco le dio mayor importancia a esta extraña novedad. Solo tenía una cosa en mente: estar con Dana.
De un solo estertor de asco cayó a tierra convulsionando…una vocecita al interior de su cerebro le decía una y otra vez:
“No te vayas Santoro, yo te amo, por favor no me dejes sin ti, ni te vayas sin mi…Santoro, Santoro, Disparemos juntos amor….la vocecita se apagó.
Dana languidecía a esas horas…rápidamente el paramédico la inyectó y amarró a la camilla de la ambulancia. En la otra camilla estaba Santoro.
Mientras la ambulancia se alejaba… dos jeringas brillaban bajo las luces del parque.

Texto agregado el 17-10-2016, y leído por 188 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
20-10-2016 MUY BUENO, ME IMPACTO satini
19-10-2016 Umm..las drogas. Hacen volar!! ***** grilo
18-10-2016 Que bárbaro trabajo, mis felicitaciones.. me ha gustado mares!! sheisan
17-10-2016 Muy buen trabajo que sin mostrar nada termina diciendo todo. Mis felicitaciones seroma2
17-10-2016 Que trabajo interesante. Tiene magia su lectura. Además de ser profundamente original y dramático. 5* BarImperio
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