La conoció en una taberna a la que acudían muchos mineros jubilados. Tal vez porque eran los únicos en edad de haber dejado los pañales hacía poco, se reconocieron y congeniaron. Pillaron hasta aburrir, cervezas y patatas bravas. Rieron mucho. Salieron después del último camarero y escucharon el cierre metálico a sus espaldas. Llovía pero les daba igual. Tenían los labios hinchados por el incesante boca a boca y pensaban en una ronda más que no sería la última. Muchas ganas de comerse el morro. Levantaron las manos para saludar al picaor que se alejaba, contentos por lo bien que se había enrollao.
Al amanecer, despertaron bajo el puente de Vallecas y Madrid seguía en marcha.
Tuvieron careto de marrano y despensa de lo de los dos para saciarse durante toda la noche… de momento. El primer quiqui, no hizo falta otra cosa salvo rubricarlo con el enésimo intercambio de saliva antes de despedirse, para el reencuentro.
“Porque la voy a impresionar”, comenzó la rima, mientras regresaba a su kely… ¡Qué buen perreo! Igual con esta, hasta los altares…
A las ocho había salido a la luz de la luna. Menguante, por suerte, porque tenía que chorar un buga con el que pasear a su nueva bolli y no era cuestión de operar en vivo y en directo. Se iba a quedar flipada del todo. Y urgía, pues la fiesta comenzaba a las diez: a esa hora había quedado con ella en la taberna de los asturianos…
Se coló en un “parking” en el que trabajaba a menudo. Uno en el que no faltaban coches viejos pero molones. Dio un paseo hasta encontrar un carro a su gusto. Se aseguró de estar solo en la planta. Sacó de los bolsillos de su chupa la guita maestra, en realidad un cordel largo, de un grosor parecido al de los cordones de las botas, hizo un lazo corredizo, más o menos a la mitad, introdujo la cuerda entre la puerta del conductor y el marco de la misma, engancho el pivote del seguro y, estirando, las puertas de palacio de par en par…
Un puentecito después y, arrancando.
¿Qué pasa? Que tanto va el cántaro a la fuente... La Madera estaba esperando. ¡Vaya Chusta! A la salida del garaje. Y no hubo manera: una patrulla por delante y otra por detrás. ¡Bien jodido! Su gozo en un pozo. El paraíso convertido en ratonera.
Porque le tenían ganas. Atrapar a un crack estimula mucho a la pasma…
¿Y la chica?
La churri ni siquiera esperó al cierre, como la noche pasada. Se marchó mucho antes, pero contenta. Que fuera pequeña, delgada y menuda, enmascaraba su edad real: cúmulo de particularidades idóneas para trabajos de suplantación. Él era un bocas, sin filtro, y ella una agente sin tacha… por lo menos para sus adentros. Estaba sobre la pista del chaval a faltaba de atar algunos cabos. Él le contó todo acerca de sus habilidades y donde solía ejercitarlas y… total: si no le atrapaban sus compañeros donde lo hicieron, lo habrían hecho otros. Por ejemplo la patrulla de la que se despidió a cien metros de la taberna.
Además, el chico sabía cómo alegrarle el body a una chorba trucada. ¡Vaya que sí! No le importaba mezclar el trabajo con la diversión. Miró a los cielos y, después de suspirar, musitó “Sucedió en Septiembre, como en aquel poema”.
Acto seguido comenzó a recitarlo de memoria. Porque eran inolvidables las palabras… y los hechos.
GLOSARIO:
BOCAS: Qué habla más de lo debido.
BODY: Cuerpo.
BOLLI: Compañera sentimental.
BUGA: Coche.
CHORAR: Robar.
CHORBA: Mujer.
CHURRI: Chica, novia.
CHUSTA: "Vaya chusta" (más explícitamente: "menuda mierda").
CRACK: Insuperable, un fenómeno, un genio.
ENROLLAO: Que se presta a hacer favores, generoso.
FLIPAR: Estar o quedar maravillado o admirado.
KELY: Casa.
MADERA: Policía.
MOLONES: Que agradan.
PERREO: Ligoteo.
PICAOR: En la jerga de algunos bares asturianos, denominación con la que los clientes llaman al camarero, relacionado con el oficio de minero. Es un mote familiar.
PUENTECITO: De “puentear”, hacer una conexión para formar un circuito eléctrico.
SIN FILTRO: No callarse ni una, hablar sin miramientos.
Borrar |