Coquetas las golondrinas vuelan contorneando los cerezos
mientras la hora de la siesta se derrama en los naranjales.
Un sordo terremoto de hongos crece tras la lluvia matinal,
los caracoles soportan su pausada rutina en baboso andar.
Prolijas y ordenadas, interminables filas de hormigas caminan
forjando horizontes por diminutos senderos entre el pasto.
Alborotan trinos y gorjeos a puro canto el idílico ambiente,
la armonía es un diario suspiro en la calma de ese paraíso.
Solo mi visita resulta extraña en la serenidad de la naturaleza.
Texto agregado el 15-10-2016, y leído por 158
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