Cuando terminó el relato, se acordó de la cita que había convenido con su novia aquella tarde, pero era demasiado tarde. La literatura lo había hasta tal punto tenido absorto.
Al terminar la carrera de flamante abogado, en lugar de acudir a por las bandas en la graduación también lo sustrajo un libro de aventuras que andaba leyendo.
Al empezar a preparar la oposición no podía evitar hacer excursus- cada vez más frecuentes- y enfrascarse en la lectura de alguna novela.
Finalmente se casó- otra distinata a la primera- pero siguió haciendo caso omiso a las ocupaciones del negocio familiar y también anduvo perdido en las librerías en busca de novedades literarias.
Perdió trabajo, novia, recursos económicos y contactos por aquella afición suya. Sin embargo cuando finalmente le llegó la hora pensó que no había dado por perdida su vida- consagrada como lector y escritor a la literatura. Sólo se arrepentía de haber dejado plantada a la muchacha aquella tarde que lo visitaran las musas. Y hasta tal punto, que dejó dicho al albacea que le pidiera a la muchacha- ahora mayor, algo menos que él- y en su nombre disculpas.