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Un cuento cyberpunk:


- Al escuchar la música, quizás no capto el sentimiento original de las tristes, hastiadas, cansinas, cadenas de sonidos. Seguramente nadie lo hace ante nada, ni siquiera ante las palabras, ni siquiera ante los hechos.


Rechazo, alienación. El tigre enjaulado en la oscuridad interior de este espléndido día de verano. Quizás el último de su especie. Recluido en un mundo que no entiende y no es el suyo, pero que se parece muchísimo; tanto que es como si hubiesen alterado tan sólo el concepto de las cosas y dejado intacto su funcionamiento en un tormento grotesco.

Sigue comportándose según los instintos y lo aprendido, pero no sirven aquí. Puede que no tenga sentido que el tigre se defienda, que busque comida o pareja. El último, puede, en su especie. Quizás no encaje ya esa especie en el mundo enloquecido y raro, incomprensible.

Es un mundo nuevo de sentimientos crueles y salvajes, pero que no consiente el inocente salvajismo en las acciones. El tigre, deprimido, se sume en la inacción. Con odio, con desprecio por el mundo, por la incomprensión y por su impotencia para adaptarse. Quizás descartado por la evolución, quizás seleccionado por no poder evolucionar. Derrotado, extinto, pero vivo aún.

Una vez introdujeron una hembra en la jaula del tigre. No funcionó. Otro concepto de hembra, una reproducción forzada, una muestra de museo. No quiso engendrar más como él. No hay nada en contra de la dureza de la supervivencia, sí contra ser mantenido pese a la propia incapacidad; sí contra regenerar el dolor apático y la incomprensión ante esa otra dureza. Era duro cazar, pero aquél –ya aquél hoy- es su concepto: cazador, nunca pieza de museo.

Puede incluso que la tigresa fuese artificial, un ingenio genético, igual a cualquier hembra real excepto en que no nació para cazar en libertad sino que fue creada para hacer de él esa pieza de museo.

El último tigre no fue creado, nació. El concepto en cada uno de sus genes le grita que no debe ya continuar. Sus genes idénticos a los creados saben que tuvo su oportunidad.

Cualquier intento de seguir viviendo según lo que es le llevará al dolor melancólico. Pero no hay otra manera. Vivirá el resto de sus días, su castigo, porque no sabe morir en este nuevo, raro, mundo de jaulas. No reproducirá su existencia innecesaria. Siempre su espíritu ha estado próximo al de la existencia pasada y siente el lamento agonizante del espíritu de un mundo que pasa a la oscuridad, que cede ante un espíritu nuevo y atroz. Uno que no necesita tigres, no tigres de verdad.

Una mañana, el cuidador entró a alimentar al último tigre real, fue atacado y murió. El tigre fue sacrificado, eligió morir según lo salvaje, en la ley de la agresión y la defensa, en la lucha por la vida, como había nacido. Aquella mañana y aquel hecho fueron el último latido de madre Gea y el inicio silencioso de la nueva era.


Ulises Grant. >

Texto agregado el 23-05-2003, y leído por 983 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
11-01-2007 Muxas veces nos sentimos como este tigre y pensamos que nuestra vida va a tener un final igual a tu cuento, pero si abrimos bien los ojos y nos damos tiempo para explorar otros lugares al final encontraremos alguien de "nuestra especie". Y si me equivoco, ¿qué hay de malo en vivir esperanzado? goldmoon
 
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