El aviador.
Víctor Hugo era un “muchacho” de cincuenta años que a pesar de su edad, aún vivía con su madre, era solterón, no por convicción sino más bien por no haber encontrado a la persona ideal para él.
Su madre era una mujer menuda de tez bronceada que contaba más de ochenta años y su nombre era Rosario.
Adoraba a su hijo a pesar de no ser el único, tenía cinco hijos, pero por alguna extraña razón, este fue siempre el más allegado a ella, quizá fuera por vivir con él y por algo que le había ocurrido el mismo día que nació, había tenido un sueño muy extraño el cual no compartió con nadie, ni siquiera con su esposo, era su secreto.
Víctor Hugo también tenía un secreto que jamás dijo a nadie ni siquiera a su madre.
Era un abogado famoso, estudió esa carrera aunque no le agradaba del todo por complacer a sus padres pero la verdad era que su sueño era ser aviador y ahora, luego de tantos años le había llegado el momento de poder convertir en realidad dicho sueño.
Sin que nadie lo supiera comenzó a estudiar y a practicar en privado, dinero no le faltaba, sus padres habían sido dueños de una gran empresa y aunque su padre había muerto, él y sus hermanos la seguían trabajando además el ser abogado reconocido, le daba buenas ganancias.
Lo único que le molestaba era no poder decírselo a su madre ni a sus hermanos, el tema de los aviones estaba prohibido en su casa, a su madre le molestaba y no permitió jamás que se subiera a uno y por supuesto que, menos aún, que lo piloteara.
El nunca supo el motivo por el cual su madre odiara tanto a los aviones y a pesar de que más de una vez se lo preguntó, ella le daba evasivas en lugar de una respuesta.
Fue por esa razón que comenzó sus clases en privado, sin que nadie lo supiera, como si fuera un chico que hace algo indebido y tiene miedo que se sepa.
Cuando por fin obtuvo su título, alquiló un avión y sin la ayuda de nadie voló como lo había soñado tantas veces.
Esa tarde, su madre, la señora Rosario, sin saber por qué, se sentía deprimida, angustiada sin razón alguna, buscó por toda la casa a su hijo pero al no encontrarlo se sentó a ver la televisión, necesitaba verlo, saber que estaba bien pero al no saber o no poder manejar el celular ya que para ella era bastante complicado y en la casa no había teléfono no tuvo más remedio que esperar viendo las noticias.
Se quedó dormida para despertarse otra vez con esa extraña sensación, se levantó muy despacio, fue a su dormitorio y sacó una carta la que leyó varias veces y con ella volvió a sentarse a ver las noticias que acababan de empezar, el locutor dio la primicia, había caído un avión hacía pocos minutos matando a su único ocupante, un piloto recién recibido y que por primera vez volaba a pesar de ser un hombre mayor, se sabía que el piloto se llamaba Víctor Hugo…, el hombre era un conocido abogado pero que no tenía práctica alguna en el manejo de aviones éste era su primer vuelo sin acompañantes.
La señora Rosario escuchó esto sin moverse, cerró sus ojos para no volver a abrirlos jamás, su corazón no pudo soportar la noticia de la muerte de su hijo.
Cuando la encontraron la madre de Víctor Hugo tenía en sus manos una carta dirigida a su hijo que decía lo siguiente:
___Querido hijo, si estás leyendo esta carta es porque ya no estoy en el mundo e los vivos, tengo un secreto, el cual nunca quise contar a nadie porque es algo que solamente tú debes saberlo, mientras yo viva ese secreto va a permanecer conmigo pero cuando muera es justo que tú lo sepas.
El día que naciste, un hermoso día de primavera, tuve un sueño muy extraño, soñé que un ángel me decía que jamás deberías subirte a un avión, que tu fin sería piloteando uno, por eso mi gran temor a que subieras a uno y traté por todos los medios de que nunca viajaras en ellos, traté que estudiaras algo que no te hiciera viajar y con ese temor viví toda mi vida pero luego de mi muerte ya no podré protegerte, aunque no estoy muy segura si en realidad fue un sueño o si por el contrario, aquél ángel me visitó, sólo se que mi instinto me dice que no debes jamás pilotear un avión.
Te quiero y siempre te querré, esté donde esté.
Omenia.
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