POR SIEMPRE
Adán bosteza, Eva suspira. Adán imagina, Eva descubre. Él, solo observa confiado en la inocencia de ellos. El otro acosa, instiga, repta malévolo. Entonces Eva seduce, insiste, se muestra —Como lo hará por siempre— Adán se resiste, duda, desea y toma, devora, destruye. —Como lo hará por siempre— Así, por instinto ambos inician el ciclo de la vida que se hecha a girar con un acto irracional y solo terminará cuando llegue el final por otro acto irracional.
Luego las consecuencias: Lleno de ira, aquél que tiene potestad castiga, sí ése, quien no supo o no quiso perdonar en aquel instante, el que luego enviará a su Hijo a dizque enséñanos a perdonar. Ellos, vejados, repudiados, expulsados, ahora plenos de conciencia disfrutan —Como lo harán por siempre— al multiplicar sus “pecados”, al fin y al cabo ya fueron castigados y conocen y disfrutan la duda razonable de hacerlo o no hacerlo, finalmente cómo o con quién lo hagan, nunca serán perdonados.
Los resultados se hacen obvios, se inicia la estirpe, ya no son dos, ahora suman cuatro o ¿fueron más? En ese reducido núcleo se manifiestan las pasiones sin intervenir Pandora. Ahora la precaria humanidad llora, pues en nefasta providencia se triangulan la curiosidad, el deseo y la envidia, colocando a la muerte en el contexto de la historia bajo el pretexto de un asesinato entre la familia. Ay Abel, porqué tenías que representar ese papel.
Y ahí va su prole, consumiendo siglos, andando y desandando caminos, sacralizando libros, inventando signos, rituales, hagiografías para ahuyentar su espanto. Y surgen por doquier las alabanzas y cantos, también los llantos, —Como lo harán por siempre— pues ese, dicen, es el castigo derivado de aquel milenario instante cuando Adán conoció de Eva sus carnales encantos.
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De la serie “Lo mismo, pero de otra forma”
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