Duelo
Para quién ha desfallecido
Bajo las santas oraciones
De un amor que se ha rendido.

Rosario de pergaminos
Para reconstruir la conciencia,
Que yace esparcida
En la infinita lejanía
De todo aquello en lo que hemos creído.

El amor no era para cobardes,
Era para los gladiadores
Que han resistido el dolor que abre
En el interior de la carne.

El amor era para los locos,
Para los valientes,
Para los poetas y para los cojos,
Era una dosis de felicidad
Para un corazón roto.

Quién no ama
No sabrá descubrirse,
En el vacío
Que trae consigo la existencia
Se mece el resistir
De nuestro destino impredecible.

¡Abrí tu ser al mundo! ,
El amor no era para los idiotas,
Mientras más te cierres, ¡te encierres!
Harás una cárcel de los muros que sostienes
Y que a la triste soledad te someten.

No asesines el amor en el orgullo,
Que tanta nobleza en tus sentimientos
Quedará acribillada
En la desolada desazón de los suburbios.

No trates de recurrir al olvido
Porque nada sanarás en la cobardía,
Y serás cenizas,
Seremos polvo
Cuando versos y sonrisas
Hayan migrado sobre el lomo
De tiernas golondrinas,
Aquéllas
Que contemplaremos desde nuestros escombros.

¿Qué harás,
Cuando la muerte venga a buscarte?,
¿Pensarás en mí ?
Ante la trémula finalidad de nuestros sentires
Que subyacen bajo la piel que arde.

¿Qué harás,
Cuando ciego te quedes?,
Ante aquélla tenue luz de esperanza
Que yacerá extinta,
Que en la miseria que nos carcomía
Ha llegado, alguna vez, a salvarnos la vida.

¡Amor que mueres,
Amor que no has nacido!,
Que en las sutilezas del deseo
No has estremecido.